domingo, 29 de marzo de 2020

2. La fea. Autopsia

Pedro Antonio de Alarcón es un autor español de mediados del siglo XIX. Se desempeñó muy bien como novelista y cuentista; también es conocido por las memorias que escribió de su experiencia militar en África —que espero leer algún día—, menos conocidos son sus ensayos y su obra periodística, que tuve la oportunidad de leer en una selección de una vieja edición española que compré en la feria del libro antiguo y de ocasión 2020, cerca de bellas artes.
Recojo este curioso ensayo taxonómico a propósito de la fealdad en la mujer, que hacia el final toma más el cariz de radiografía del alma de quienes están en esta situación.

—¡Creo en el diablo...!
—¡Y yo en Dios...!
Ambos estaban en su papel.
(BALZAC.)

I

En la dilatada familia de las feas, lo mismo que en todas las especies clasificadas por los naturalistas, hay un arquetipo, un ejemplar de pura sangre, un modelo ideal, figura clásica en su género, como lo son, en otro orden de materias, la Venus de Milo o el bacalao de Escocia. 
Este dechado es el que nos proponemos estudiar hoy; y, para encontrarlo, imitaremos a Linneo (1). 
Primeramente: hay fea natural y fea accidental.
Fea natural es la destinada y preparada ab initio (desde el principio) por el Creador para mártir. 
Fea accidental es la que, por resultas de las viruelas o de una epilepsia se vuelve fea después de nacer. Esta fealdad casual no imprime carácter; es un error de la fortuna, como la riqueza de ciertos hombres. 
Por consiguiente, la fea natural es la genuina, dado que trae en el alma todo lo que no trae en el cuerpo: es decir, dado que la Naturaleza, siempre próvida, la ha dotado de un alma de fea
Subdivídese en graciosa y sin gracia
La fea natural graciosa no tiene tampoco mérito alguno. La gracia es una segunda belleza, que suple por la primera, y que a veces la aventaja, neutralizando los efectos de la fealdad.
La fea natural sin gracia se acerca ya a la perfección del tipo, pero todavía se divide en discreta y en tonta
La fea natural sin gracia, tonta, no existe en realidad; mas, cuando se da este fenómeno, acontece que las cualidades se desvirtúan mutuamente, produciendo un resultado neutro. —Lo probaremos en pocas palabras. La tontería de la fea no es más que un velo de ilusión colocado ante sus ojos, mediante el cual se ve bonita y atribuye a respeto el desvío de los hombres, propalando que no quiere casarse: ¡cosas todas que la infeliz se cree a puño cerrado! —Esta variedad híbrida, estéril y pedantesca, en que no obra el espíritu corrosivo de la fealdad, y que pasa la vida en un anticipado Limbo, abunda poco en las naturales, siendo muy común en las accidentales
Por el contrario, la fea natural sin gracia, discreta; la fea consciente, la fea lúcida; la fea convencida de que lo es, casi realiza ya el ideal trágico y sublime que vamos buscando.
Pero aun puede perfeccionarse más la especie, haciendo una cuarta clasificación en rica, pobre y de la clase media
La fea natural sin gracia, discreta, rica no existe para la fisiología moral. —Fea y rica no puede ser. —El oro es la luz y la luz disipa las tinieblas. —La fealdad, ceñida con la aureola de D. Félix Utroque (2), se convierte en hermosura: quiero decir, es adulada, festejada, mimada, acariciada por los codiciosos... —¡La fea rica se casa e ipso facto degenera, se frustra, se malogra! —Convengamos en que no hay ricas feas
Fea natural sin gracia, discreta, pobre, es ya demasiado decir. —Pobre equivale a fea. —(Hablo de las pobres de solemnidad.) —Los harapos, la suciedad, el mal olor, la miseria en todos sus dolorosos aspectos, constituyen fealdad por sí mismos. —Además, las bocas con hambre nunca son bellas... La lástima es enemiga del amor. Esto, en cuanto al que las ve. En lo que toca a las mismas pobres, creed que no padecen casi ninguna de las especialísimas penas inherentes a la deformidad. ¡Cuando se piensa en el estómago se olvida el resto!— Por otra parte: la fealdad evita tormentos a la pobreza, dado que libra de pretendientes y de ambiciones a las doncellas menesterosas, eximiéndolas también de los peligrosos refinamientos de gusto que proporciona la educación. —O, lo que es lo mismo: les evita la infamia, la envidia y hasta mucha parte de la conciencia de su desventura; con lo que el tipo queda desnaturalizado.
¡Henos, pues, ya enfrente de nuestra heroina, o sea de la fea natural sin gracia de la clase media!
¡De la clase media...! —¡Pesad esta última circunstancia! ¡Ni noche ni día! ¡Siempre crepúsculo! ¡Agonía eterna! (3)

II

La fealdad es necesaria, sin fealdad no hay belleza: donde todo es igual, nada es sublime: de la comparación brota el mérito: si todas las mujeres que hay sobre la tierra fuesen Helenas, Frinés o Cleopatras (4), se buscaría una fea como inapreciable joya, o mejor dicho, lo feo sería entonces lo hermoso.
A más de esto (ya lo hemos indicado), la fea nata, que es como si dijéramos la fea innata, recibe en el vientre de su madre un alma hermosa, sensible, rica de ingenio y de abnegación...
No desconocemos que después estas almas de fea son torcidas, escépticas, lúgubres, desconfiadas... ¡Pero es que la sociedad las vicia! ¡La fea que no sea santa tiene que ser diablo!
Mas conseguid meteros alguna vez en el corazón de una fea; atravesad con vuestro afecto o vuestra compasion aquellas cortezas de desengaños, aquellas cicatrices de desprecio, aquellas escorias de decepciones, y encontraréis el más puro oro, las más celestiales lágrimas.

III

Nace la fea. Todos le ponen mala cara: el padre retrocede, la madre se abochorna; después la compadece; finalmente la oculta... ¡No está orgullosa de su hija...! Acaso teme también que diga alguna comadre: —¡Vecina! ¡Cómo se parece a usted!
A la hijastra de la Naturaleza se la cree indigna de un nombre francés o italiano; se llamará (nada de Julia, nada de Eduarda, nada de Isolina, nada de Amelia) Anselma, Bonifacia, Cuasimoda o cosa de este jaez.
Los primeros años de la fea están descritos admirablemente por Honorato Balzac en aquellos tipos relegados, encogidos, tímidos, dolientes, víctimas de la doméstica tiranía y juguetes de la cruel hermosura, que figuran en muchas de sus obras...
Y aquí debemos advertir que hay feas de ¡Jesús!, de ¡Jesús, María! y de ¡Jesús, María y José! 
Esta última (que es aquella que no tiene nariz, o que la tiene de a tercia, y que es bizca, y jorobada, y coja, y cuyos dientes cuelgan fuera de los labios como los colmillos del elefante) vive libre y exenta de las mortales dudas, de los crueles engaños y de otros sinsabores propios y privativos de la fea perfecta, de la fea por antonomasia. Un monstruo no es mujer. Su desventura causa general compasión, y esto le basta al triste aborto que hemos descrito.
La primera (que, sin ser hermosa, ni tan siquiera pasable, llega a pasar alguna vez, o porque tropieza con un hombre de gusto enrevesado, o porque algún filósofo dispensa lo grotesco del dibujo en gracia de la buena calidad, o buenas cualidades, del género), la fea de ¡Jesús!, digo, no merece tampoco que hablemos de ella.
La de ¡Jesús, María!, es la fatal, la predestinada, la elegida del infortunio, la víctima de los dioses...! Otra vez el ¡término mеdio!
Desgarbada, verde, larga de piernas y brazos, con el cuello de agarrotada, las manos huesosas, la mirada repugnante, aunque impregnada de cierta melancolía, la boca inútil para la risa —meteoro fisonómico que en ella es una atroz descomposición—, sin armonía en las facciones, con la boca algo distante de la nariz, con la nariz demasiado cerca o demasiado lejos de los ojos, con los dientes dislocados, con las orejas un poco grandes... ¡Hela ahí!
Es hábil, ingeniosa; ella sola se ha enseñado a leer, a escribir, a coser, a bordar, a hacer calceta, a picar papel y a fabricar dulces, flores de trapo y otras manufacturas primorosas.
Sabe religión y moral; tiene todo el almanaque en la memoria y el Flos sanctorum (5) en la punta de los dedos; conoce muchos cuentos de vieja y es muy beata.
No hay para qué deciros que todas estas habilidades son nuevas ridiculeces a los ojos de sus hermanos, de sus amigos y de todo el mundo, excepto a los de su madre.
Su madre le tiene un rencoroso amor, una profunda lástima; comprende su situación y adivina su porvenir... La esconde, pues, la protege, y al cabo de cierto tiempo la quiere más que a todos sus hijos... ¿Sabéis por qué? ¡Porque la feroz hermosura no llega nunca a la santa abnegación de la fealdad, y la abnegación de los hijos es la felicidad de los padres! Fuera de que ya ha dicho Luis Eguilaz (6), con muchísima razón, que:

Siempre el padre quiere más
Al hijo que vale menos.

Una fea no tiene amor propio. ¡He aquí la fuente de mil virtudes!
Durante su niñez, la sin ventura no cambiaría sus habilidades y su talento por la estúpida belleza de sus hermanas... ¡Aun no sabe lo que le espera! ¡Aun no conoce el amor...!
Así llega a los catorce años.
Y aquí principia el poema del alma; aquí principia la tragedia del corazón; aquí principia el martirio de la fea.

IV 

Es de noche. 
Estamos en un baile de confianza de cualquier ciudad subalterna; en uno de esos bailes improvisados que empiezan los domingos por la tarde, después de tal o cual procesión religiosa. 
Un velón de cuatro mecheros, fabricado en Lucena, alumbra la sala principal de la casa del alcalde. El barbero de éste toca la guitarra en un rincón, y diez o doce señoritas, vestidas con trajes de lana y sin guantes ni prendidos, forman la femenil constelación del sarao. Son hijas de lo mejor, de lo principalito del pueblo. Quince o veinte jóvenes las están bailando hace dos horas. El júbilo es inmenso, la media luz favorable, el vals loco, rápido, juguetón... Ya se atropellan, ya se caen... Las esteras de esparto tienen esta ventaja. 
Las madres, sentadas al brasero en un gabinete contiguo, velan hasta cierto punto por la inocencia de sus hijas. 
Casi todas las muchachas allí reunidas son agradables; algunas... hasta bonitas. 
Hay una de éstas que sobresale entre las demás por su gracia y por su gallardía tanto como por su hermosura. Todos desean bailar con ella... Es una de esas beldades que dondequiera triunfan, avasallan y dominan... 
En cambio, hay en un rincón  cierta joven que todavía no ha bailado ni una sola vez. 
¡Es la fea
Desde allí acecha, mira, devora.
¿Por qué no la sacan a ella.…? ¿Por qué no le dicen aquellas tonterías tan deliciosas que alegran a las demás? ¿Por qué no se sientan los galanes a su lado? 
¡Qué bello es aquel joven! ¡Qué grato será ir en sus brazos empujada por la música! 
¡Ah! Se acerca a ella... La mira con lástima... 
¡Oh, nuevo puñal! ¡La compasión (7) solamente, o una recomendación de la señora de la casa, lo impulsa hacia aquel sitio...! 
Ya llega..., y, en efecto, la saca a bailar.
Pero ¡cuán levemente coge su talle! ¡Su talle, que tiembla de placer! Apenas toca su mano... ¡Qué frialdad! ¡Está haciendo una obra de misericordia! 
Y sin embargo, ¡ella tiene quince años y encierra más amor en su alma que olas amargas el Océano! 
Y, a pesar de esto, ella agradece aquel nuevo insulto. ¡Ella ama a quien la ha compadecido...! 
¡Si se atreviera a hablarle! 
Pero está distraído... Tal vez fastidiado... 
Se acaba el vals. ¡Todos se han reído de ella! 
El que fue su pareja huyó sin saludarla. 
Ahora todas tienen a su lado un galanteador..., un enamorado... 
Ella está sola y callada, crispada y lúgubre, como el reo en el banquillo después de la ejecución. 
¡Y aquí terminan los placeres de su juventud! Ya no volverá a bailar en toda su vida. Esta vez... ha sido la primera y la última. 

V

¡Qué amable, qué política, qué complaciente es una fea
¡Y qué cruel es el hombre! ¡Ni una palabra, ni una mirada, ni un consuelo para la hijastra de la Naturaleza! 
La deja consumirse de amor, de sed, de desesperación... y no le dice:  —"¡Generoso corazón, ensánchate! ¡Toma mi alma, que vale menos que la tuya!"
Así se pasan los días de la juventud de la fea
¡Cuántas quimeras habrá forjado en su imaginación! 
¡De cuántos hombres se habrá enamorado! 
¡Cuántas veces se habrá consentido! 
¡Cuántas otras habrá querido morir! 
—Doquier hay amor, goces, casamientos, hijos...! —habrá exclamado, loca de dolor—. ¡Para mí, nada! 
Y luego las novelas..., ¡las novelas! Vedla tal vez convertida en poetisa. Pero ¡qué poetisa! Vedla, sí, envenenada, mordaz, perversa, diabólica, esgrimir una pluma y una lengua comparables a dos escorpiones.
¡Venganza! ¡Venganza! Su corazón ha muerto!
¡Infeliz lunar, infeliz defecto, infeliz debilidad, infelices todas las faltas que tenga la hermosura!
La crítica, la murmuración, la calumnia, levantan sus cabezas de serpiente...
He aquí su grito de guerra: "¡Desprecio a los hombres! ¡Guerra al amor!"
¡Desdichada!
"¡Viva la libertad, la independencia, el celibato!"
¡Qué ironía! ¡Sarcasmos sangrientos de un orgullo despedazado!
Pero supongamos que no se ha vuelto poetisa...
Tiene treinta años: ¡treinta siglos de amargura!
A su alrededor todo es luz, ella sombra; todo melodía, ella silencio; todo vida, ella muerte.
¿Cómo no ha de renegar del mundo?
¿Qué le debe, sino dolor?
¡Cuántos ríos de lágrimas habrá derramado la infeliz en la soledad de su lecho!
¡Qué fiebres habrá sofocado en su corazón!
¡Qué horrorosas envidias habrán mordido las túnicas de su cerebro!
¡Qué violencia para disimular!
¡Qué torrentes de amor habrán corrido ocultos en lo más recóndito de su alma!
¡La mujer tiene que callar! —El hombre ansía y busca : la mujer ansía y sufre...
La hez de la sociedad es a lo menos un refugio para el feo ávido de placeres.
Pero la fea no encuentra postor en Constantinopla (8), ni lances de amor y fortuna en ninguna parte.
Su única esperanza está en los fríos de la vejez.

VI

¡Respiremos!
Ha llegado a los cuarenta años.
La fea ha vuelto a ser un ángel.
Es capaz de los sacrificios más heroicos.
Cómo no se ama, es todo abnegación.
¡Es la mejor amiga... hasta de las mujeres!
El mejor consuelo de los ancianos...
La mejor confidente de los niños...
¡Y la mejor protectora de los mozos! A la edad que ya tiene, cobra un maternal afecto a los galanes de las muchachas nuevas; se deja llamar fea por ellos, y les ayuda en sus empresas amorosas, con tal que sean lícitas y honestas.
Llora en los duelos de todo el mundo.
Vuelve a amar su talento y explota sus habilidades de niña para subsistir. —¡Sus padres han muerto! ¡Sus hermanos se han casado!
Se hace querer por su docilidad, por su amable trato, por sus buenas costumbres, por su bondad exquisita.
Se vuelve filósofa, pero filósofa cristiana.
Aspira al cielo, donde no hay feas ni bonitas.
Ama a Dios, porque sabe que para Dios su fealdad es un mérito.
"¡Bienaventurados los que lloran", dijo el Salvador del mundo.
Visita mucho las iglesias.
Va a misa mayor a la catedral, si hay catedral, y, si no, a la colegiata, y, si tampoco hay colegiata, al templo más concurrido.
Es jugadora.
Algunas veces maestra de miga... (de amiga dicen los que hablan en toda regla).
Viste muy obscuro.
Cuenta mil aventuras amorosas de su juventud.
Es muy atendida de los clérigos y de las madres de familia.
Va de tertulia a la oración, a casa de las vecinas, y nadie va a su casa.
Da días y no los recibe.
Envejece sin haber vivido, como otoño sin primavera.
Muere y nadie. la llora.
El Evangelio le promete el cielo.

Guadix, 1853.

1. Carlos Linneo un naturalista sueco al que debemos el desarrollo de la Taxonomía y el sistema de clasificación binominal en latín de los animales.
2. El autor se refiere a una moneda acuñada por la casa borbona que tenía la leyenda: «In utroq Felix auspice deo»  [En uno y otro mundo felices bajo la mirada de dios].
3. Últimamente me he estado encontrando mucho con referencias a estados liminares; es interesante ver que nuestro autor señala como el caso más interesante en materia de fealdad el que queda justo en el centro. 
4. Helenas, Frinés o Cleopatras. Ha nombrado sistemáticamente los ejemplos clásicos más insignes de belleza. Helena habría sido la doncella más bella del mundo en su tiempo, por la cual se desata la guerra de Troya. Friné: «rana» (la s bien puede ser una errata), es el apodo de una prostituta boecia llamada Mnésareté, habría sido su proverbial belleza la que hizo que el escultor Praxíteles la usara de modelo para la representación de Afrodita, tal honor hizo que ella misma se comparara o dijera que su belleza era superior a la de la diosa. Por ese motivo iba a ser condenada a muerte, pero en el juicio (que estaba perdiendo), se dice que Praxíteles la desnudó (otras fuentes recogen que ella misma lo hizo) y argumentó que «no se podía negar al mundo de semejante belleza». finalmente fue absuelta. Por Cleopatra, es posible pensar que el autor se refería a la faraona egipcia que todos conocemos por la cultura popular, aquella que tiene un trágico final con el general romano Marco Antonio; pero esta Cleopatra en realidad no era el ejemplo de belleza que se supone que fue, su fama equívoca podría ser producto de la egiptomanía inglesa de fines de siglo, que habría difundido ese juicio apresurado; además por el contexto casi exclusivamente grecolatino que el autor maneja, es más factible pensar que se refiere bien a Cleopatra Boreanida, de quien los testimonios latinos alaban su belleza o bien a la Cleopatra esposa de Melagro, héroe griego que luchó contra los Curetes; otra mujer cuya belleza es celebrada.
5. Flos sanctorum: género literario medieval —del que sobresale La Leyenda dorada, de Santiago de la Vorágine—. Se trata de hagiografías medievales, cuya práctica se modificó desde la publicación de la biografía de Ignacio de Loyola, fundador de la Orden de Jesuita, escrita por Pedro de Ribadeneira.
6. Luis (de) Eguilaz fue un dramático español de mediados del siglo XIX, contemporáneo por lo tanto de Alarcón, por desgracia no pude localizar si la cita procede de la obra del autor, o habrá sido algo recogido oralmente por nuestro autor. 
7. A propósito de este pasaje —y sólo como curiosidad— transcribo esta frase de mi libreta de citas; sólo que por descuido no anoté el nombre del autor, de cualquier forma, me parece que viene bien: «La compasión es un sentimiento que degrada a quién le inspira
8. No he logrado descifrar el sentido de esta expresión, por lo que agradecería a cualquiera que pudiera ayudarme a entenderlo.

sábado, 14 de marzo de 2020

Antología de cuentos sobre antropofagia: E4. El goloso marqués de Sade [Recetas]

Una cena con Calígula es el título con el que ha llegado al español The decadet cookbook de Medlar Lucan & Durian Gray (sabrosas referencias a dos frutas conocidas por su olor y condición putrefacta y al poeta latino Lucano y el no menos interesante dandy Oscar Wilde). En la introducción se nos cuenta la singular empresa culinaria de Lucan & Gray: un curioso restaurant en Edimburgo cuyo nombre fue The decadet. Durante 3 años, nuestra dupla se encargó de escandalizar e impresionar a sus comensales con las más exóticas decoraciones —salidas de un par de obras literarias conocidas por su ir en contra— y con los no menos desafiantes platillos del recetario universal. Como todo lo que fue hecho para impresionar y retar, el restaurante desapareció, pero nuestros decadentes nos dejaron su guía literariohistoricoculinaria de la que recojo el capítulo 9.
El texto comienza repasando la obra y la vida del insigne Marqués de Sade, sobre la antropofagia en sus escritos. Luego los decadentes nos ofrecen algunas recetas que si bien no tienen a la carne humana como ingrediente (a pesar de ser Anti establishment no se atrevieron a tanto), sí son parte de una voluntad antropofágica. Sus recetas parecen ser placebos para algún antropófago reformado, y en el fondo no están lejos de parecerse al HuFu, un supuesto Tofu que prometía el sabor y textura de la carne humana pero sin contenerla.

Resulta imposible hablar de decadencia y de comida sin mencionar al mayor de todos los decadentes: Donatien-Alphonse-François de Sade. La comida era un asunto de suma importancia para el divino marqués. En la correspondencia con su mujer no deja de pedirle comida continuamente, cosa que no es sorprendente si tenemos en cuenta que pasó casi toda su vida adulta —veintisiete de sus sesenta y cuatro años— entre rejas. En una carta que escribió desde su celda en Vincennes, en julio de 1783, pide a madame de Sade «cuatro docenas de merengues; dos docenas de bizcochos (grandes); cuatro docenas de chocolatinas —con vainilla— y no esa porquería infame que me mandaste la última vez y que hiciste pasar por golosınas». Un manjar de vez en cuando era la única ilusión que tenía la mayor parte del tiempo.
La comida también desempeñó un papel primordial en su narrativa. De Sade describió Los 120 dias de Sodoma como l'histoire d'un magnifique repas [la historia de un espléndido banquete]. Y el festín servido por el conde de Gernande en La nueva Justine es característico. Se componía de ochenta y nueve platos:

Se sirvieron dos sopas: una de pasta italiana al azafrán, la otra una bisque au coulis de Jambon, y, entre una y otra, un solomillo de ternera à l'anglaise. Había doce entremeses, seis cocinados y seis crudos. Después, doce primeros platos: cuatro de carne, cuatro de caza y cuatro de pasteles. Se sirvió una cabeza de jabalí en medio de doce platos de carne asada, acompañados por dos tandas de platos de guarnición, doce de verdura, seis salsas distintas, y seis de pasteles. A eso lo sucedieron veinte platos de fruta o de compota, un surtido de seis helados, ocho vinos distintos, seis licores, ron, ponche, licor de canela, chocolate y café. Gernande dedicó gran atención a todos ellos. Algunos los terminó él solo. Bebió doce botellas de vino: empezó con cuatro Volneys y después pasó a cuatro Ais con la carne asada. Dio buena cuenta de un Tokay, un Paphos, un Madeira y un Falerno con la fruta y terminó con dos botellas de liqueurs des îles, una pinta de ron, dos cuencos de ponche y diez tazas de café.

El libertino emplea esos banquetes para avivar los fuegos de su lujuria. Su capacidad de comer grandes comidas es un indicador de sus habilidades sexuales. Un apetito está relacionado con el otro, y los placeres de su satisfacción actúan como estrechos aliados:

Après les plaisirs de la luxure —afirma Gernande— il n'en est pas de plus divins que ceux de la table [Después de los placeres de la lujuria... no los hay más divinos que los de la mesa].

Pero también existe una relación entre comida y crueldad. Gernande vuelve a afirmar:
     
J'ai désiré souvent, je l'avoue, d'imiter les débauches d'Apicius, ce gourmand si célèbre de Rome, qui faisait jeter des esclaves vivants dans ses viviers pour rendre la chair de ses poissons plus délicate; cruel dans mes luxures, je le serais tout de même dans ces débauches-là, et je sacrifierais mille individus, si cela était nécessaire, pour manger un plat plus appetissant ou plus recherché.
[Reconozco que, con frecuencia, he querido imitar la depravación de Apicio, ese gourmet tan célebre en Roma, que mandaba arrojar esclavos vivos en sus estanques para que la carne de sus peces fuera más tierna; cruel en mi lujuria, yo lo sería asimismo en esos actos depravados, y sacrificaría a mil individuos, si fuera necesario, para comer un plato más apetitoso o más rebuscado.]

El banquete del conde es el preludio de numerosos actos de perversidad y crueldad, que terminan con otra comida. Esta aparece descrita como le plus magrifique souper [la más espléndida comida], en la que el centro de mesa es el cadáver de la mujer de Gernande, la condesa, a la que ha matado desangrándola. Esto no parece preocupar de manera desmesurada a los invitados, ni quitarles el apetito.
Aunque no llega a comerse a su mujer —el conde es más vampiro que caníbal—, hay, como podréis sospechar, varios episodios de canibalismo en la obra de Sade.
En Alina y Valcour, Sainville, que busca a su amada Léonore, llega al reino de Butua, gobernado por Ben Mâacoro. En esa sociedad se comen a los miembros cautivos de la tribu de los jaga, enteros, a veces guisados, a veces crudos. La indignación moral de Sainville deja perplejo a Sarmiento, el primer ministro: L'anthropophagie n'est certainement pas un crime [La antropofagia ciertamente no es un crimen], dice, y justifica la costumbre de varias maneras. Para empezar, en Butua, los jóvenes resultan más sabrosos que la carne dura de mono viejo. Además, que a un hombre se lo entierre en las entrañas de la tierra o en las entrañas de otro hombre no supone una gran diferencia. Pero también, dado que el hombre forma parte de le système de la nature [el sistema de la naturaleza], no existe motivo para no comérselo, al igual que a cualquier otro animal. (Esto hace pensar en la historia del reverendo Thomas Baker, que participó en una expedición que se adentró en Fiji en 1867. Cuando le mostró con orgullo un peine al jefe local, éste pensó que se trataba de un regalo y se lo puso en el pelo como adorno. Baker se lo arrebató bruscamente, sin darse cuenta de que tocar la cabeza de un jefe de las Fiji era un insulto mortal. El jefe pidió venganza. Mandó un mensajero para que se adelantara a la ruta de Baker y anunció que recompensaría con un diente de ballena a aquel que le diese muerte. La tribu de la montaña en Navatusila aceptó el ofrecimiento, mató al reverendo y lo cocinó. (Desgraciadamente, la receta se ha perdido.) La mayor parte de la tribu disfrutó de la exótica comida, pero a los que les tocó una pierna se encontraron con que, incluso después de una larga cocción, seguía estando muy dura. Tuvieron que ser algunos de los isleños más sofisticados los que indicasen que la bota de caucho que tenía puesta no formaba parte de la piel europea.)
El razonamiento sobre «lo natural» del canibalismo vuelve a aparecer en la Historia de Julieta, cuando Julieta y sus compañeras son asaltadas en un camino por Minski, un ogro ruso. Este vive rodeado de inmensas riquezas en en los Apeninos, no muy lejos de la región volcánica de Pietra-Mala. A Juliette y a las demás las invitan a comer con él en una estancia donde las mesas y las sillas están formadas por groupes de filles artistiquement arrangés [grupos de Chicas artísticamente arregladas]. Sentadas en estos muebles extraños, a las invitadas les sirven plus de vingt entrées on plats de rôti [más de veinte entradas en platos]. Minski les anuncia entonces que todos los platos servidos están hechos con carne humana. Ellas vencen la repugnancia con frases como il n'est pas plus extraordinaire de manger un homme qu'un poulet [no es más extraordinario comerse un hombre que comerse un pollo], y se los comen con apetito. Fiel al espíritu de Sade, Minski no sólo come en grandes cantidades sino que también bebe de forma copiosa: treinta botellas de Borgoña, champán con los quesos, Aleatico y Falerno con el postre. Cuando la comida, toca a su fin, más de sesenta botellas de vino étaient entrées dans les entrailles de notre anthropophage [había entrado en las entrañas de nuestro antropófago]. La comida vuelve a servir de preludio a escenas de lo más grotescas en las que las protagonistas se hunden en los abismos de la depravación. 
El otro caníbal en la Historia de Julieta es el papa Pío VI. Después de oficiar una mesa negra —en sí misma una forma de comida— en los escalones del altar de San Pedro, el Papa, «ebrio de lujuria», tortura y asesina a un adolescente antes de sacarle el corazón y comérselo.
Pero volvamos a nuestro protagonista, entre rejas en Charenton. O, para ser más exactos, a su mujer. Como debía satisfacer la afición por los dulces del marqués, y sabía que no debía volver a enviarle «esa porquería infame que me mandaste la última vez y que hiciste pasar por golosinas», a la de Sade no se le ocurrió otra cosa que pedir ayuda a las monjas de la Santa Trinità del Cancelliere en Sicilia. Las hermanas aristócratas del convento cisterciense eran célebres por sus fedde (bizcochos dulces, literalmente «rodajas»), que hacían con unos moldes ovalados con una bisagra, como la concha de un mejillón. Se colocaba una capa de mazapán (pasta reale) y se rellenaba con mermelada de albaricoque y flan de huevo. Cuando una mitad del molde se cerraba sobre la otra, el relleno se desbordaba y el restultado presentaba un aspecto sorprendentemente similar al de las partes pudendas femeninas.

Otra versión de los fedde que hacían las monjas se llamaba Fedde del Cancelliere. El canciller al que se referían era el fundador del convento, en el siglo XII, y, en este caso, fedde no sólo significa «rodajas» sino también «nalgas».

FEDDE DEL CANCELLIERE
O NALGAS DEL CANCILLER

INGREDIENTES PARA EL RELLENO DE CREMA DE VAINILLA: 
4 TAZAS DE LECHE
1½ TAZA DE FÉCULA DE MAÍZ
¼ TAZA DE AZÚCAR
1 VAINA DE VAINILLA 

PARA LA MASA: 
4 TAZAS DE LECHE
1½ TAZAS DE GRANOS DE SEMOLINA
1¼ TAZAS AZÚCAR
4 HUEVOS
½ VAINA DE VAINILLA
2 TAZAS DE PISTACHOS ENTEROS Y PELADOS
1 TAZA DE HARINA
2 HUEVOS BATIDOS HASTA QUE QUEDEN ESPONJOSOS
ACEITE VEGETAL
½ TAZA DE AZÚCAR GLASE
1 CUCHARADITA DE CANELA MOLIDA 

RECETA DE CREMA DE VAINILLA PARA LAS NALGAS DEL CANCILLER:
FLAN
¾ DE TAZA DE HARINA DE MAÍZ
5 TAZAS DE LECHE
1 TAZA DE AZÚCAR
VAINA DE VAINILLA 

Añadir la harina de maíz a una pequeña cantidad de leche en un tazón. Cerciorarse de que la harina esté disuelta y sin grumos antes de verterla en una sartén con el resto de la leche, el azúcar y la vaina de vainilla. Cocer a fuego lento, sin dejar que la leche hierva y sin dejar de remover, hasta que quede espesa. Retirar la vainilla y verter en una fuente grande para que se enfrie.
Para la masa, poner la leche, la semolina, el azúcar, los huevos y la vainilla en una sartén. Mezclar bien y calentar a fuego lento sin dejar de remover. Mantener en el fuego hasta que la mezcla haya quedado muy espesa y se despegue del interior de la sartén. Enfriar. Tostar los pistachos en el horno caliente durante 15 minutos y picar en trozos muy pequeños. 
Retirar la vaina de vainilla de la masa e incorporar los pistachos. Remover. Darle forma de pequeñas nalgas del tamaño de la palma de una mano, aproximadamente. Enharinar y rebozar con el huevo batido. Poner medio centímetro de aceite en una sartén y calentar. Freír las «nalgas» en el aceite, dándoles la vuelta cuando se hayan dorado ligeramente por cada lado. Secar en un paño de cocina.
Cortar el flan en cuadrados de 5 centímetros. Abrir las nalgas como si fueran un bollo y meter un trozo de flan en cada una. Cerrar bien, impregnarlas de azúcar molido y espolvorearlas con canela.

Al marqués de Sade también le habría gustado el siguiente postre español, por la sonoridad de su nombre:

BRAZO DE GITANO

MANTEQUILLA
4 HUEVOS
170 GRAMOS DE AZÚCAR
50 GRAMOS DE HARINA CON LEVADURA
NATA MONTADA
MERMELADA
CREMA DE MANTEQUILLA O CREMA DE CAFÉ 

Precalentar el horno a 190° C.
Untar con manteca un molde para horno grande y espolvorearle harina. Batir bien los huevos con el azúcar e incorporarlos a la harina tamizada. Verter la mezcla en un molde y cocer en el horno hasta que quede esponjoso, unos 15 minutos. Desmoldar en una hoja de papel grande espolvoreada con azúcar glasé. Tapar con otro trozo de papel y enrollarlo cuando todavía está caliente. Así, el brazo mantiene su forma. Dejar unos minutos; desenrollar y añadir la crema de café. Volver a enrollar y poner por encima azúcar glasé, y quizá también un tatuaje: J'adore ma belle-mère [Adoro a mi suegra], con cochinilla o índigo... 

La cocina turca tiene una serie de platos sugerentes. A continuación aparecen algunos de la cesta de la compra de la señora de Sade.

PECHOS DE VIRGEN
(BEKAR GÖGÜS)

250 GRAMOS DE PASTA DE KADAYIF (PARECIDA A LA PASTA FILO, PERO EN TIRAS)
225 GRAMOS DE MANTEQUILLA SIN SAL
12 MITADES DE NUEZ 
80 GRAMOS DE ALMENDRAS MUY PICADAS 

PARA EL JARABE: 
300 GRAMOS DE AZÚCAR
450 MILILITROS DE AGUA
1 CUCHARADA DE ZUMO DE LIMÓN 

Precalentar el horno a 180°C. 
Es importante que las tiras de kadayif sean lo más finas posible; se puede hacer pasando las pasta por una máquina de picar carne. Poner la pasta en un cuenco y verter por encima casi toda la mantequilla derretida. Amasar con las manos hasta que las tiras de pasta estén impregnadas de mantequilla.
A continuación, coger una cuchara sopera (o algo de forma y tamaño equivalentes) y untar con un poco de mantequilla su recipiente. Poner la mitad de una nuez en el fondo de la cuchara (que hará las veces de pezón) y llenar la cuchara con las tiras de pasta; aplastar. Hacer un agujero con el dedo en el centro de la pasta, lo bastante grande para que quepan 2 cucharaditas de nueces picadas. Aplastar las nueces. Añadir un poco más de pasta para que tapone las nueces y apretar fuerte para que la pasta quede firme y sólida. Sacarla con la mano y colocarla en una bandeja de horno con un poco de mantequilla. Cuando se hayan acabado todos los ingredientes, hornear las pastas durante 40 minutos. 
Para hacer el jarabe, poner el azúcar, el agua y el zumo de limón en una sartén y llevar a ebullición. Mantener a fuego lento unos 10 minutos. 
Cuando la pasta esté hecha, volver a hervir el jarabe y verter una cucharada sobre cada figura. Apartar y enfriar. Se pueden servir solas o con nata.

OMBLIGOS DE DAMA
(KADIN GÖBEGI)

PARA EL JARABE: 
250 GRAMOS DE AZÚCAR
5 MILILITROS DE ZUMO DE LIMÓN
450 MILILITROS DE AGUA 

PARA LA MASA: 
60 GRAMOS DE MANTEQUILLA
½ CUCHARADITA DE SAL
225 GRAMOS DE HARINA BLANCA TAMIZADA
3 HUEVOS
ACEITE DE FREIR
1 CUCHARADITA DE ESENCIA DE ALMENDRA 

ACOMPAÑAMIENTO: 
150 MILILITROS DE NATA MONTADA

Para hacer el jarabe, poner el azúcar, el zumo de limón y el agua en una sartén y llevar a ebullición. Hervir a fuego lento durante diez minutos, apartar y enfriar.
Poner la mantequilla y 300 mililitros de agua en una sartén grande y hervir, sin dejar de remover hasta que la mantequilla se derrita. Quitar del fuego, añadir la sal y la harina y remover con ahínco con una cuchara de madera hasta que la mezcla quede homogénea. Abrir un pozo en el centro de la masa y añadir los huevos, uno por uno. Seguir batiendo hasta que la mezcla no tenga grumos, esté brillante y se despegue de la sartén.
Ponerse un poco de aceite en las manos y separar un trozo de masa del tamaño de un albaricoque. Formar un bola con las palmas de las manos. Colocar en papel manteca aceitado. Continuar hasta acabar la masa. Cerciorarse de que las bolas no quedan juntas en el papel.
Verter 5 centímetros de aceite en una sartén grande y calentar.
A continuación, aplastar levemente unas cuantas bolas después de meter el dedo en la esencia de almendra; apretar la masa creando una depresión de aproximadamente 1 centímetro. De ahí procede el nombre del plato. Colocar varias en el aceite que debe chisporrotear un poco, freír durante 8 minutos por un lado antes de darles la vuelta y freír otros 8 minutos por el otro lado. Los buñuelos deben cobrar un tono dorado. Quitar con una espumadera y secar en un paño de cocina antes de meterlos en el jarabe. Dar la vuelta con cuidado para embadurnar el buñuelo y dejar que se empape durante unos cinco minutos. Trasladar a una fuente con una espumadera. 
     Que el aceite no se caliente demasiado mientras se preparan más bolas de masa para freír. Antes de servir, poner una cucharadita de nata montada en el centro de cada buñuelo.
También se puede cambiar la forma de las pastas. Después de formar bolas con la masa, se pueden aplastar y doblarlas en dos mitades, convirtiéndolas así en «los labios de la belleza». 

MUSLOS DE DAMA
(KADIN BUDU KÖFTE)

400 GRAMOS DE CORDERO PICADO DOS VECES
1 CEBOLLA GRANDE
200 GRAMOS DE ARROZ HERVIDO
45 MILILITROS DE QUESO CURADO RALLADO
1 HUEVO
30 GRAMOS DE HARINA
1½ CUCHARADITAS DE SAL
1½ CUCHARADITAS DE PIMIENTA NEGRA
1½ CUCHARADITAS DE COMINO MOLIDO
ACEITE DE FREIR
1-2 HUEVOS BATIDOS 

Colocar todos los ingredientes en un cuenco grande y amasar durante varios minutos hasta que la mezcla quede homogénea y sin grumos. Con las manos húmedas, sacar un trozo del tamaño de una nuez y convertirlo en bola. Aplastarlo con cuidado entre las palmas de las manos. Colocar en una bandeja de horno y preparar el resto de la mezcla de carne del mismo modo. 
Calentar aceite en una sartén grande. Meter pocas albóndigas cada vez en el huevo batido y freír, dando la vuelta de vez en cuando, hasta que estén completamente  hecha y doradas. Sacar con una espumadera, colocar en una fuente y no dejar que se enfríe el mientras se preparan las que quedan del mismo modo.

jueves, 12 de marzo de 2020

1. Narices amputadas

Y ahora, para entretenimiento de propios y extraños, una nueva entrada en mi blog y también una nueva colección: Variainvención, textos recuperados de diversos sitios que ofrecen curiosidades, ideas, boutades y otras excentricidades. Resta acotar que esté ensayito procede de una revista literaria de 1850 y si su ortografía resulta extraña en algunos puntos es porque se respetaron sus convenciones.

Procedimiento quirúrgico para la restauración de la nariz
Hace algún tiempo que M. [Leon] Labat¹ ha a dado fin a una obra dedicada al virrey de Egipto, intitulada: Rinoplastia, arte de restaurar ó curar completamente las narices.
Muy larga sería la historia que podría escribirse acerca de las narices que han sido cortadas, porque ha sido una de las crueldades mas frecuentes entre los antiguos.
Diódoro Sículo² cuenta que cortaron las narices, de orden de Actazan, a todos los habitantes de Kisapoor, sin perdonar a los niños de teta, por lo que se dió á aquel pueblo el nombre de Nasica-Topoor. Entre los Egipcios, los Griegos y los Romanos inflijia la ley este castigo a los adúlteros, y el marido ultrajado solía desempeñar la operación*.
Sixto Quinto³ cortaba las narices a los ladrones que dieron en su tiempo en infestar a Roma.    
Isabel, reina de Inglaterra (que tenía grandes narices), ordenó, por medio de un decreto, que se cortase las narices y las orejas a los que hablasen mal de su gobierno, y se burlasen de ella.
El fatuo Cárlos II⁴ mandó cortar las narices al caballero Cowentry, que le había lanzado una sátira mordaz, y el gran Federico II⁵ se valió del mismo expediente para calmar la exasperación de un noble que se quejó de una injusticia.
La rinoplastia, o remendadura de narices, fue un arte conocido por los antiguos, y traía su orígen de la India, donde se practicaba desde tiempo inmemorial. Galeno,⁶ que nació en Asia, recorrió el Oriente, y vivió muchos años en Alejandría, donde pudo recojer algunas noticias acerca de las operaciones que usaban los bramines; pero aquellos sacerdotes hacían un misterio del método que empleaban; y sus sucesores han evitado de tal manera descubrirle a los profanos, que aun en el día, por mas influencia y dominio que tengan los Ingleses en aquellos países, no pueden conseguir que los que lo emplean les digan de qué medios suelen valerse.
Galeno dice que para remendar las narices es necesario echar mano de la cútis del rostro; y añade Celso⁷ que practicando grandes incisiones verticales cerca de las orejas, se puedo llevar fácilmente la cútis hacia el centro de la cara. Olaus Magnus,⁸ en su Historia de rebus mirabilibus, se calienta el celebro hasta el punto de creer que podrían remendarse unas narices aplicándoles un pedazo de una ave viva.
El método italiano o calibres, que se debe a Tagliacozzi,⁹ estriba en remendar las narices acercando a la cara uno de los brazos del desnarigado, y aplicando al sitio conveniente un pedazo del brazo, mientras sale la sangre, pedazo que deberá separarse de los restante del brazo, al cabo de quince o veinte días, cuando se halle ya completamente adherido a la cara.
Gaeff, cirujano mayor de la institución clínica de Berlin, y el célebre profesor Delpech,¹⁰ emplearon y perfeccionaron el método de Tagliacozzi.
En Boloña, en Nápoles y en la Calabria preferían la cútis del brazo a la de la frente; pero echaban mano de esta última desde la más remota antigüedad los bracmanes, y mas tarde los bramines y los koomas.
M. Labat cita varios casos para establecer que las narices pueden volver a adherirse a la cara después de haber estado separadas de ella completamente.
Y tan persuadidos están en la India de que las narices una vez cortadas pueden volver a adherirse al rostro, que la ley previene que las arrojen al fuego; pero en Italia, en donde solían cortarse muchas en otro tiempo, se permitía al desnarigado recogerlas y cosérselas antes que llegasen a enfriarse. En 1626, Antonio Molinetti,¹¹ profesor de la universidad de Padua, hizo este servicio a un italiano de buena familia, que había sido condenado a perder las suyas. Molinetti estuvo cerca del cadalso, y cogió las narices antes que se enfriasen.
Otra cuestion importante es la de saber si pueden acomodarse a un rostro las narices cortadas a otro individuo. Hay muchos en favor de la afirmativa, y este método se llama operación mogoliana. Regularmente solía ser un esclavo el que cedía sus narices o alguna tajada de carne para semejante operación.
En las  Indias, país de despotismo, en donde las castas privilegiadas con la mayor frescura cortaban las narices a un paria o a un prisionero de guerra, se practicaba y se practica esta operación con frecuencia.
Cuenta Dionisio,¹² en su Tratado de operaciones quirúrgicas, que un ladrón, habiéndose cortado una noche las narices, corrió a buscar un cirujano, que le pidió se las diese para pegárselas. Sus compañeros salieron al punto, cortaron las narices al primer sujeto que encontraron, y las llevaron calientes al cirujano, que las acomodó y cosió perfectamente
Este método de servirse de la carne ajena no es desconocido en Italia; pero les repugnaba emplearle, porque creían generalmente que se resentiría de las enfermedades del que la había dado, y se pudriría cuando este llegase a morir. Contribuyó a acreditar esta opinión Van-Helmontz,¹³ en el siglo XVI, publicando formalmente la historia de un caballero de Brusélas, que vió de un día a otro muertas sus narices. Quiso saber el por qué, y le dijeron que el ganapan que se las había cedido acababa de morir. De esta historia burlesca hizo un remedo Voltaire¹⁴ en la novela de Zadig o el Destino.

Jerico

* ¿A que fin las narices inocentes?

¹ Viajero y médico francés. Recorrió largamente europa y los continentes asiático y africano; en Teherán curó al Shah de una enfermedad que lo aquejaba desde hacia 10 años, lo cual le valió su protección. Murió en 1847.
² Diodoro Sículo (o de Sicilia) fue un historiador griego del siglo I a. C., conocido por su obra «Biblioteca histórica».
³ Ducentécimo vigésimo séptimo Papa. Perteneció a la orden de los franciscanos y ostentó el papado de 1585 a 1590.
Rey de España, también conocido como "el Hechizado." Gobernó entre 1665 y 1700.
Conocido como "el Grande", fue el tercer rey de prusia y paradigma de el despotismo ilustrado durante el siglo XVIII.
⁶ Galeno de Pérgamo o Claudio Galeno, fue un médico y filósofo romano del siglo I d. C.
⁷ Aulo Cornelio Celso fue un enciclopedista romano de siglo I d. C. Se le conoce principalmente por sus escritos agronómicos. Se le creía médico, pero no hay muchos datos para afirmarlo.
⁸ Olof Månsonn era su verdadero nombre, fue un erudito sueco conocido especialmente por su labor cartográfica.
⁹ Gasparo Tagliacozzi fue un cirujano italiano del siglo XVI pionero en la cirugía plástica y reconstructiva.
¹⁰ No logré hallar datos sobre Gaeff & Delpech.
¹¹ En efecto, profesor de anatomía en Padua.
¹² No hay datos concluyentes sobre qué Dionisio puede ser.
¹² Hermann Van-Helmholtz fue un físico y médico del siglo XIX, son especialmente conocidas sus aportaciones al estudio de los sentidos de la vista y el oído.
¹⁴ Filósofo ilustrado. Junto con Zadig o el Destino [de las primeras obras de ficción en postular el arquetipo de detective en la literatura] su novela Cándido o el optimismo [sátira mordaz contra la doctrina del optimismo de Leibniziano] y Micromegas [otra sátira contra cierto personaje del ámbito científico francés de su época] son sus obras más conocidas. En realidad, Voltaire cuenta en su obra que Zadig había fingido su muerte para probar la fidelidad de su mujer, quien estuvo a punto de cortarle la nariz para dársela a su interés amoroso, quien le había afirmado que poner la nariz de un recién fenecido junto a la suya era un remedio medicinal que acostumbraba tomar. 

sábado, 7 de marzo de 2020

Antología de inventos inventados: A. II. Baby H. P

A veces la narrativa que habla sobre novedades tecnológicas toma el disfraz de anuncio publicitario o de un discurso elogioso; su prosa ilustra las virtudes y ventajas de los progresos científicos e invita a ponerlos a funcionar de inmediato. Es el caso de un par de cuentos de Villiers de L'Isle-Adam y ésta confabulación de Juan José Arreola. El texto data de 1952 y es un referente de la ciencia ficción en México, pero —como en la obra Ray Bradbury—, el objetivo no es en sí una especulación sobre ciencia, sino una ironía. La imaginación de Arreola nos regala una fuente de energía alternativa, un recurso vírgen listo para ser explotado a costa de —como seguramente se le hubiese ocurrido a Jonathan Swift— los niños.


SEÑORA ama de casa: convierta usted en fuerza motriz la vitalidad de sus niños. Ya tenemos a la venta el maravilloso Baby H.P., un aparato que está llamado a revolucionar la economía hogareña.
     El Baby HP. es una estructura de metal muy resistente y ligera que se adapta con perfección al delicado cuerpo infantil, mediante cómodos cinturones, pulseras, anillos y broches. Las ramificaciones de este esqueleto suplementario recogen cada uno de los movimientos del niño, haciéndolos converger en una botellita de Leyden que puede colocarse en la espalda o en el pecho, segun necesidad. Una aguja indicadora señala el momento en que la botella está llena. Entonces usted, señora, debe desprenderla y enchufarla en un depósito especial, para que se descargue automáticamente. Este depósito puede colocarse en cualquier rincón de la casa, y representa una preciosa alcancía de electricidad disponible en todo momento para fines de alumbrado y calefacción, así como para impulsar alguno de los innumerables artefactos que invaden ahora los hogares.
     De hoy en adelante usted verá con otros ojos el agobiante ajetreo de sus hijos. Y ni siquiera perderá la paciencia ante una rabieta convulsiva, pensando en que es una fuente generosa de energía. El pataleo de un niño de pecho durante las veinticuatro horas del día se transforma, gracias al Baby H.P., en unos útiles segundos de tromba licuadora, o en quince minutos de música radiofónica.
     Las familias numerosas pueden satisfacer todas sus demandas de electricidad instalando un Baby H.P. en cada uno de sus vástagos, y hasta realizar un pequeño y lucrativo negocio, transmitiendo a los vecinos un poco de la energia sobrante. En los grandes edificios de departamentos pueden suplirse satisfactoriamente las fallas del servicio público, enlazando todos los depósitos familiares.
     El Baby HP. no causa ningún trastorno físico ni psíquico en los niños, porque no cohibe ni trastorna sus movimientos. Por el contrario, algunos médicos opinan que contribuye al desarrollo armonioso de su cuerpo. Y por lo que toca a su espíritu, puede despertarse la ambición individual de las criaturas, otorgándoles pequeñas recompensas cuando sobrepasen sus récords habituales. Para este fin se recomiendan las golosinas azucaradas, que devuelven con creces su valor. Mientras más calorías se añadan a la dieta del niño, más kilovatios se economizan en el contador eléctrico.
     Los niños deben tener puesto día y noche su lucrativo H.P. Es importante que lo lleven siempre a la escuela, para que no pierdan las horas preciosas del recreo, de las que ellos vuelven con el acumulador rebosante de energia.
     Los rumores acerca de que algunos niños mueren electrocutados por la corriente que ellos mismos generan son completamente irresponsables. Lo mismo debe decirse sobre el temor supersticioso de que las criaturas provistas de un Baby H.P. atraen rayos y centellas. Ningún accidente de esta naturaleza puede ocurrir, sobre todo si se siguen al pie de la letra las indicaciones contenidas en los folletos explicativos que se obsequian en cada aparato.
     El Baby H.P. está disponible en las buenas tiendas en distintos tamaños, modelos y precios. Es un aparato moderno, durable y digno de confianza, y todas sus coyunturas son extensibles. Lleva la garantía de fabricación de la casa J. P. Mansfield & Sons de Atlanta, III.

7. Invocación y evocación de la infancia

En un viejo cuaderno escolar tengo escrita esta frase al margen de una de las últimas páginas: Busco quién se acuerde de lo que se me olvida...