Homo hominis lupus, “el hombre es el lobo del hombre” dijo Plauto; la cita se volvería célebre gracias a Thomas Hobbes, pero es posible que ninguno de los dos fuera tan malicioso —ni aún el propio padre del Leviathan, que tanto desconfiaba del género humano— como para llevar la metáfora al sentido literal. Es innegable que el hombre devora a sus congéneres con el afán no sólo de sobrevivir, sino de supervivir; las organizaciones sociales de consumo son escandalosas maquinarias que aprovechan al hombre como materia prima para sostener el desaforado tren de la vida moderna. Pero esto no es propiamente una novedad; es, más bien, una sofisticación actualizada de lo que yace en la naturaleza primitiva y feral del ser humano. En aquellos borrosos y olvidados eslabones del pasado hay una ascendencia antropofágica que muchos se empeñarían en negar con asco y desdén. El desinfectado hombre moderno no devora a los otros a dentelladaz y desgarrando la piel con las manos, lo hace con discreción en la comodidad de su hogar, oprimiendo y exprimiendo la vida de seres que procura desconocer: no les quita la carne, pero les arrebata los sueños.
Y aunque la agenda filantrópica de las naciones y los gobiernos desvíe la mirada cuando se les habla de las sociedades autofágicas, entre los recovecos de libros olvidados quedan testigos mudos sobre el origen caníbal del hombre. Un singular ejemplo son las subversiones de Max Aub, algunos cantos inveterados que proceden de distintas geografías y épocas, pero que coinciden en la inspiración temática.
Los poemas que extraigo del libro Versiones y subversiones son traducciones cuya procedencia no pude precisar; Aub nos informa, sin grandes detalles, que los tomó de La Preghiera dell'Uomo (Promessa, traduzione et commento de Alfonso M. de Nola), Parma, Guanda, 1957. y Trésor de la Poésie Universelle (Antología y traducciones de Roger Caillois y Jean-Clarence Lambert), Gallimard, Paris, 1958. Los ofrezco en una entrada aparte —aunque bien pudieron haber figurado en la mini antología Golosina Caníbal— porque la belleza editorial de los textos exige que se les haga justicia lo mejor posible; y porque merecen un comentario general. Réstame llamar la atención sobre la curiosa insistencia del tema antropofágico en la obra de Aub, estos poemas junto con Sesión secreta y algunos breves textos (de pronta aparición en esta antología) van tomando un protagonismo interesante en su basta producción literaria. La fábula sobre la industrialización del consumo de carne humana como estos poemas no exploran con prejuicio sus implicaciones, Aub reconoce las contradicciones del hombre y, además, las acepta sin mojigaterías, porque sabe que siendo conscientes de ellas, los hombres podríamos ponernos en dirección de resolverlas antes que seguir atrapados en nuestros dialelos.
Todos los poemas están editados de manera que son lo más fieles posible a las versiones que aparecen impresas en la primera edición (1971) de Versiones & Subversiones.
Aub las llama subversiones debido a que son traducciones de traducciones.
Cada poema abre con un capitular realizado por el dibujante heterónimo de Max: Richard Falkner Hunt (1851-1903), un supuesto artista post-victoriano quien murió en Rapallo, Italia (destino predilecto de los adinerados caballeros ingleses de finales del siglo XIX). Esta creatura bien puede aludir socarronamente al homónimo de Aub, el egregio Max Beerbohm, dibujante, autor y asiduo de Rapallo. Consecuente con el embuste ficcional, se nos dice que los capitulares incluidos en el libro aparecieron por primera vez en 1896, en una limitada edición (85 ej.) de los poemas de Edgar Allan Poe.
Canto de iniciación caníbal
Kwakieuiti (Colonia Británica)
hasta los límites del mundo, tú, el Mayor, que regresaste sano y salvo de la Casa de los Espíritus.
Serás conocido del mundo entero, serás conocido del mundo entero, hasta los límites del mundo.
Tú, que fuiste acerca de Baxeakualamichsiwae y allí,
el primero, comiste carne humana seca; y fuiste llevado
hacia la estaca del caníbal, en el lugar de honor
de su casa; y su casa es nuestro mundo.
Fuiste llevado hacia la estaca del caníbal que es la vía láctea de nuestro mundo.
Fuiste llevado hacia la estaca del caníbal a la derecha de nuestro mundo.
Canto ceremonial al Dios Hisiniamui
Uito
desangrado donde el sol se levanta, se hallan mis hijos en medio del teatro sangriento al pie
de mi árbol de sangre.
Allí se agitan, rabiosos, machacando el cráneo del prisionero y quemando las plumas del Ave.
Cerca del cielo, del río de sangre, se hallan los acantilados de mi deseo de pelear.
Allí, en la plaza del pueblo, los hombres obran con rabia y machacan los prisioneros.
Allí, los hierven.
Glorificación de un caníbal difunto
Egipto
(El difunto está representado como un cazador que captura estrellas y come dioses transfigurados, como un dios que devora a su padre y a su madre. Volhard E. reconoce, en el fondo de esta tradición antigua, mitos caníbales).
ome hombre y se nutre de dioses
EmiKohau los captura para él;
la gran cabeza se los conserva y se los envía;
Heri-Terur se los conserva; el Corredor de los Numerosos Cuchillos para él los mata y los destripa.
Scesmu los trincha y cuece una parte en sus calderas nocturnas.
Come su encantamiento y traga su espíritu.
Los Supremos Grandes son su desayuno, los Grandes Medios son su almuerzo, los Grandes Dioses inferiores son su cena.
Los viejos y las viejas van de por sí hacia el fuego.
Los Grandes del cielo septentrional lo encienden bajo las calderas que contienen los muslos de sus primogénitos.
Y este terrible sustento le es prodigiosamente útil,
porque come sus mondongos llenos y se harta, come
sus corazones y sus miembros y absorbe sus fuerzas,
traga el juicio de todos los dioses.
Comentario general
Según los escasos datos dados por el traductor, los poemas son antiquísimos cantos de una serie de culturas que por desgracia permanecen anónimas para nosotros. La constante es el canibalismo loado como una práctica meritoria y hasta sagrada.
Ninguna de las búsquedas para esclarecer la ubicación de los lugares y la identidad de los personajes mencionados dió frutos; quiero atribuirlo a la ineludible deformación de las palabras al haber pasado por tantas subversiones desde sus lenguas originales hasta nuestro moderno español.
Hay que destacar el capitular del segundo poema porque resulta ser una referencia muy explícita al tema de su poema: el quehacer sangriento de los caníbales.
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