Confesiones de un bibliómano en vías de rehabilitación
No sé en qué momento uno se reconoce bibliófilo, ni en qué momento la lectura básicamente monopoliza la vida al grado en la que se busca rabiosamente primeras ediciones y libros exóticos; si me lo preguntan, mi caída en este vicio habrá acaecido hacía 2013, es decir, hace 7 años. Debido al pudor que aún me inspira la razón exacta que detonó esta manía, prefiero hablar de sus efectos —que no consecuencias— y dejar sus causas para una más feliz memoria póstuma.
Decía que, en 2013 comencé a preocuparme seriamente por los libros; ya no sólo por su contenido, sino también su preparación y ejecución. Claro que para entonces no sabía tanto como ahora (aunque para ser justos eso no ha cambiado gran cosa). El caso es que, uno va refinando gustos y entendiendo la labor editorial, sus implicaciones; cambia los libros de Tomo y EMU por los de Alianza; las joyas del milenio (de las que aún conservo varias con cariño) por los Cátedra; y se cree un lector más culto, y quizá lo sea, pero no mucho, en realidad. Podríamos decir que mejoré como consumidor.
Un día me topé con alguien que vendía unos libros bajo la etiqueta de primeras ediciones. Mi curiosidad se desató porque el precio se me hacía elevado para libros que eran más bien viejos y no especialmente atractivos. Investigando se llega a Roma (o algo parecido). Súbitamente descubrí una especie de sub mundo de coleccionistas de libros; gente que buscaba el doble valor de contenido y objeto. Vamos a dejar otra laguna en esta memoria, en este punto sería escribir mi autobiografía desde los libros que he leído, y pues, eso no es muy interesante.
En el olvido del tiempo quedará aquella tarde en que entré a una librería y vi un montón de volúmenes de la Serie del volador de Mortiz. Recordaba que los libros tenían su prestigio (pero no dimensionaba qué tanto) y pasó por mi cabeza la aventurada idea de comprarlos y reunirlos todos. No tenía dato alguna de cuántos eran, de cuánto podían valer, de qué tan fácil sería conseguirlos; sólo seguí el impulso y aquella vez compré un par. Eventualmente volvería por los restantes. Sin quererlo abiertamente y aún sin darme cuenta, me vi investigando todo lo que había sobre la serie del volador en internet (no mucho, si me preguntan); me vi comprando los libros que iba hallando, vendiendo algunos, conociendo gente que tenía pasión similar por el coleccionismo y la literatura. Aún hoy después de 5 o 6 años buscando la serie, no la tengo completa, pero ya falta poco. Escribo esto porque ahora viene el verdadero trabajo sobre la literatura, tener los libros es apenas una minucia: leerlos. Porque ese fue el propósito, leer, conocer el pensamiento literario y editorial de mi país; deleitarme. Y pues nada.
Antes de seguir debo hacer patente mi agradecimiento y mi admiración por todas las personas que apoyaron de una u otra manera este capricho. Espacio me haría falta para nombrarlos, pero si leen esto, ustedes saben quienes son.
Un antecedente editorial
En 1961, poco después de haber dejado el puesto de Gerente General del Fondo de Cultura Económica, el editor español Joaquín Díez-Canedo funda lo que sería una de las más icónicas y trascendentes empresas editoriales de la historia de México. Díez-Canedo había llegado a nuestro territorio huyendo de la persecución política del régimen franquista; la gran diáspora ibérica que finalmente nos dejó a algunos de los intelectuales y artistas que más tarde serían representativos de la cultura mexicana.
Poco a poco este editor español, que ya había hecho, desde su juventud, varios trabajos editoriales junto a personajes de la talla del nobel de literatura de 1956 Juan Ramón Jiménez, se fue ambientando al panorama americano, realizando algunos trabajos esporádicos de traducción o dando clases. En 1942 se integra a las filas del Fondo de Cultura Económica, que finalmente abandona en 1961: en mente tenía el proyecto de fundar una editorial independiente enfocada solamente en publicar literatura. En 1962, con el capital aportado por Alfredo Flores Hesse, y en asociación con los editores españoles Victor Seix y Carlos Barral, funda la hoy mítica Joaquín Mortiz.
En rigor los primeros libros publicados por Mortiz, en 1962, serían tres novelas: Las tierras flacas de Agustín Yáñez, Oficio de tinieblas de Rosario Castellanos y El tambor de hojalata de Günter Grass; todas en la colección Novelistas Contemporáneos. Sin embargo, en 1945 había aparecido, avant la lettre, el libro de Epigramas americanos de su padre Enrique Díez-Canedo, cuyo pie editorial reza: Joaquín Mortiz Editor. Esto es —vaga y superficialmente— la historia del origen de Joaquín Mortiz.
Début de la serie del volador y el premio Xavier Villaurrutia
En 1955, por iniciativa de Francisco Zendejas, se instaura el premio Xavier Villaurrutia, que en su primera entrega galardona a Juan Rulfo, cuyo libro Pedro Páramo acababa de publicar el FCE. Un año más tarde el galardón lo recibió Octavio Paz; y luego en 1957 se premia la estupenda novela de Josefina Vicens, El libro vacío, publicada por la Compañía General de Ediciones. El 58 se declara desierto, en el 59 se honra a Marco Antonio Montes de Oca, el de 1960 lo recibe Rosario Castellanos. 1961 y 62 fueron desiertos también. No sería sino hasta 1963 que el premio se retoma, otorgándose simultáneamente a Elena Garro y a Juan José Arreola, por sus novelas Los recuerdos del porvenir y La feria, respectivamente. Además del galardón doble, hay que destacar que ambas obras —capitales para la literatura mexicana— se publicaron bajo el muy reciente sello de Joaquín Díez-Canedo. Desde entonces la editorial volvería a publicar una y otra vez libros que figurarían en esta lista. Pero hay más, la novela de Arreola fue fundacional; la primera obra de la que hoy en día es una de las colecciones más prestigiosas de la literatura mexicana: la Serie del volador. Es aquí donde comienza el sueño, los poco más de 170 títulos que salieron de las prensas de Mortiz entre 1963 y 1985. Obras que me encargaré de comentar una por una.
La editorial Joaquín Mortiz fue fundada en 1962 por el editor español Joaquín Díaz Canedo. |
Catálogo de la Serie del Volador | ||||||
.Número en la serie | Obra | Autor | Género literario | Primera edición | Tiraje | Premios |
SV000 | Catálogo general: Joaquín Mortiz 1981 | S/A | Catálogo | 5.I.1981 | 0000 | //// |
SV001 | La feria | Juan José Arreola | Novela | 5.XI.1963 | 4000 ejemplares | Premio Xavier Villaurrutia |
SV002 | Nadja | André Breton (traducción de Agustí Bartra) | Novela | 30.XI.1963 | 3000 ej. | \\\\ |
SV003 | Los palacios desiertos | Luisa Josefina Hernández | Novela | 30.XI.1963 | 3000 ej. | //// |
SV004 | La comparsa | Sergio Galindo | Novela | Texto o imagen 5 | Texto o imagen 6 | Texto o imagen 7 |
SV005 | La piedra del tropiezo | Boeli van Leeuwen | Novela | 30.III.1964 | 3000 ej. | Name |
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