miércoles, 6 de enero de 2021

Mi Biblioteca

Por meses he acariciado y abandonado la idea de subir una especie de imágen escrita de mi biblioteca, todos los libros que poseo y que poseí. Esta podría ser la entrada más ambiciosa en cuanto a elaboración, así que en resumidas cuentas presentaré cada libro que he leído, con algunos comentarios, una semblanza y con notas que siempre estoy pensando escribir y que por una u otra razón sólo se quedan en mi cabeza —donde eventualmente se pierden—. Hace un rato leía en mis propias anotaciones que escribir es expulsar aquello que lo aqueja a uno; pero hay que decir que en este caso es más bien, para salvarse de una dolencia, la falta de memoria. 

Advertencia: los libros son agregados conforme los voy leyendo, adjunto una foto de la edición que tengo, y no hay mayor orden ni sentido, además del que dicta el azar.

El farsante feliz
Max Beerbohm

A Beerbohm lo conocí —como casi todo mundo— por Borges, Bioy y Ocampo; en su Antología de la literatura fantástica (con la que tengo disconformidades absurdas). Recuerdo que cuando terminé de leer su soberbio Enoch Soames, me puse a buscar más obras suyas; sufrí una decepción enorme al saber que no había (aparentemente) nada más traducido al español. Los lectores de carrera sabrán lo frustrante que es no poder acceder a cierto autor o obra por el problema de Babel, en fin. Por fin, hace unos meses (2020) conseguí —como en una especie de regalo providencial— El farsante feliz, editado por Acantilado. Es para congratularse, porque la obra es bellísima; acabada su lectura, se convirtió en uno de mis miles de cuentos preferidos. El argumento retoma la idea de la máscara: la identidad que hay detrás de ella y como se transforma crisálidamente por su uso. Beerbohm nos presenta al diabólico Lord George Hell quien se enamora de Jenny Mere, una actriz de poca monta, sin talento pero joven y bella. Por supuesto, Hell le declara su amor, pero ella lo rechaza, al ver que es un hombre pérfido, le dice que sólo se casaría con un hombre con rostro de santo. Hell que era un aventurero nocturno, mujeriego, vicioso y terrible, es herido inopinadamente, y claro, era un noble tunate y perezoso acostumbrado a tenerlo todo, la respuesta de la señorita Mere le viene como una palangana de agua fría. El cuento es bastante trágico a pesar de que se desarrolla de forma piadosa y cómica. Para solventar la falta de bondad en su rostro, Hell compra una máscara que emula el rostro del ansiado santo, y con esta argucia seduce a la inmaculada señorita Mere, el autor deja una bonita ambigüedad que nos permite pensar que o Hell comienza a portarse bien por el influjo benigno de su dulce esposa o porque actua conforme al rostro de su máscara de santo. El caso es que Hell, villano del cuento, asume el papel de héroe; se pone a deshacer entuertos, renuncia a su posición de poder, sus riquezas y se consagra en cuerpo, alma y máscara su dulce mujer. Hasta aquí todo bien, miel sobre hojuelas y flores silvestres (hay que decir que la (ahora) señora Mere resulta una experta en material botánica), PERO; una antigua amante y compañera de correrías grotescas del ahora autoproclamado George Haeven, a quien conocimos en las primeras páginas, se aparece para tratar de recuperar al antiguo y travieso Lord Hell. La Gambogi, una guapa pero ya no tan jóven italiana, es la que cierra el cuadro bellamente tratado por Beerbohm. Lo demás es historia. Pasando a otro tema, no debo dejar de encomiar la prosa de nuestro dandy inglés, es muy sofisticada; introduciendo elegantes expresiones en italiano, francés y latín por aquí y por allá; me acordaba del protagonista de La invención de Morel, porque su narrador-protagonista esta en el mismo escalafón de cultura; no es de sorprenderse, diría mi amigo Álvaro, eran (Beerbohm, Bioy Casares) gente de mundo, hablaban varios idiomas, eran estetas; eso era normal para ellos. Pero para un mortal del subdesarrollo si que no deja de ser impresionante semejante despliegue. Además de eso, las alusiones que hace de la mitología griega: Apolo y su máscara para pasear entre los hombres durante la noche, es genial. Le da al relato una ascendencia clásica que entronca muy bien. Al principio se comenta una opera de la que por desgracia no pude obtener ningún dato: La hermosa cautiva de Sarmancada. Cosa que me frustra un poco, pero no se pueden tener todas las glorias. Además de esta ópera desconocida, Beerbohm juega a citar una obra que no existe; los versos I:27,28 de la Eneida de Virgilio y hasta hacerla de apologo y juez. ¿Qué más dicer? Que hasta Shakespeare y Falstaff tienen algo ligero que ver.











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