domingo, 7 de enero de 2018

Epístolas necias a quien corresponda

De cómo escribir cura

A veces pienso en la vida antes de la globalización: cuando se enviaban cartas. A pesar de que he escrito muchas cartas, jamás he enviado una sola. No tengo nadie a quien escribirle, pero aún así, escribo montones y las voy guardando y perdiendo. Hoy me ha dado por publicar algunas aquí. Pequeñas cartas terapéuticas, palabras que me han ayudado a curar mis emociones y mis relaciones. Lo siguiente es desahogo, cartas de desamor que nunca envié.

Sin fecha, ni mucho menos lugar.

Te escribo esto porque soy un cobarde. No soy capaz de plantarme frente a ti y decir que esto se acabo, que el amor se ha vuelto un yugo. Es contradictorio, has de estar pensando, que con la soltura de palabra (verborrea o demagogia, como sea) que tengo, esté escribiéndote una cursilería para terminar contigo.
Sin embargo, heme aquí, escribiendo que ya no podemos seguir más con una relación, ¡pero atención!; no dije que ya no te quiero. Si no te quisiera más, sencillamente desaparecería de tu vida. Dejaría de ir a tu casa, de escribirte mensajes, de llamarte, dejaría cualquier cosa que me vinculara a ti. No me tomaría el detalle de darte explicaciones, mucho menos de escribirte una carta.
Entonces ¿por qué te dejo si te sigo queriendo? Veras, nuestro problema radica en las formas en que entendemos y expresamos el amor. Tú, por ejemplo, construyes tu concepción de lo que debe ser el amor de una manera compleja, llena de matices, relieves y toda suerte de contrastes. Tu experiencia del amor es rica en detalles, te importan las fechas y el tiempo juntos, te importa la comunicación y albergas al final de todo esto unas fantasías románticas que rara vez expresas. Yo, por el contrarío, tengo un concepto llano, insípido, casí primitivo y que en sí es sencillo pero que entorpece nuestra relación. No me preocupa tanto si hace un año comenzamos a ser pareja, me importa el hecho de haber comenzado una relación, pero ¿por qué contar los días? (aclaro, no es un reproche, es apenas una exposición de las diferencias que tenemos) o no nace de mi imaginación —campo fértil a las fantasías barrocas más disparatadas— pensar en el futuro a tu lado, en los detalles de un hogar.
¿Ves cómo un camino que pretendemos hacer común se bifurca? Otra de las diferencias irreconciliables que tenemos es la que concierne a las expresiones físicas del amor... —vas a decir que es una niñería— detestas que te abrace cuando caminamos, más de una vez me has mirado con expresión de desacuerdo y reproche cuando te he abrazado al caminar, y si la expresión no era suficiente para hacer que desistiera venían las palabras a la carga, tú sabes cuales frases: "detesto que me abraces mientras caminamos"
Siendo objetivos, acepto ser empalagoso. Quizá es el reflejo del algún anacronismo de la infancia relacionado con la falta o exceso de contacto físico. Lo cierto es que podemos hacer un minucioso catálogo de las cosas que nos ponen a discutir.

No podría decir que tú estás mal, o que yo mismo lo estoy. Finalmente me enamore de ti, con tus virtudes y defectos. Y tú de mí. 
Me ha faltado agregar que te dejo más por motivo de no seguir causando controversia en nuestra relación que por no poder solucionar nuestros problemas. Visto de otra manera, le hacemos daño a nuestro amor, y quiero creer que me quito para que el amor no termine, que finalmente es terminar con él.
No desatino al decir todo esto, lo creo firmemente. Tanto como que creo en este amor torcido. Mira, hemos pasado momentos brillantes juntos —aunque parezca un lugar común decirlo, incluso hablar de lo bien que la pasamos— pero —palabra clave y clavo de ataúd— carecemos de lo que se necesita para ser pareja. Carecemos de empatía, de comprensión y de ganas de hacer algo para remediarlo. Tratamos de hacer cosas inútiles para solventar esas carencias, tú, por tu parte, te avocas a tener fe en que mejoraré, en que cambiaré y yo —fatalista y desertor—te escribo cartas para romper contigo. 
Aunque duela decirlo; está carta no es la primera, incluso la puedes leer como la síntesis de una larga apología simplona y tristera de porque debemos terminar. 
Quiero recordar líneas de otras cartas para agregarlas aquí, pero la memoria no coopera conmigo. Y no puedo consultarles ya. Hace tiempo que las eché al fuego. Pensé, tontamente, que echaba también al fuego mis errores y que cambiaría. 
No pretendo extenderme mucho más. Lo menos que necesitas ahora son la acumulación de mis excusas con las explicaciones de nuestras diferencias. Pero quiero recordarte un hecho concreto, algo que pienso es revelador sobre nuestra vida en común: La primera vez que comimos helado juntos, apuesto que al leer esto tu memoria hace un collage de cientos de escenas donde comemos helado juntos. ¿Cuál corresponde a la primera vez? ¿No se están mezclando y confundiendo todas esas escenas? ¿No te parece que se vuelven la misma escena que se continúa infinitamente sin que existan escenas de manera individual? Todas como un todo. Te preguntaras por que quiero que recuerdes esté hecho concreto. Resulta que este particular eco de escenas es la manera en la que veo nuestro amor. Un amor hecho de amores pequeños, que forma un todo ininterrumpido. Un placer cristalizado de placeres. No puedo dejarte porque no te dejo del todo y solo necesito un poco de ti para tenerte siempre y hasta siempre.

Te amo, adiós.

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