Debo agradecer a mi buen amigo chileno (admirador de Stendhal, cinéfilo y gran lector) la referencia de este texto de André Gide. Vino a parar en el apéndice porque recoge una historia real sucedida hacia poco más del primer cuarto del siglo pasado. Proviene de un libro de Gide que en español nos llegó como No Juzguéis; la obra recoge las impresiones del Nobel francés a propósito de su experiencia como jurado en el tribunal de Rúan. El título es apropiado; la postura imparcial que debe adoptar un jurado ante los hechos más oscuros del alma humana tiene un motivo: precaución. Juzgar a un hombre, juzgar sus acciones, precisa de pericia; es un trabajo duro porque es fácil sucumbir a los sentimientos, o la experiencia personal y se corre el peligro de condenar a un inocente por un arrebato de humanidad o dejar impune a un criminal por una omisión.
El texto que transcribo a continuación es en realidad el calco de un periódico de la época, Gide no juzga, se limita a comunicar un Suceso. Me gustaría distenderme en algunas ideas sobre la curiosidad, los animales y la capacidad del hombre para proveer iniquidades que André nos ofrece, pero eso será para otra ocasión.
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Canibalismo
Todos los periódicos han hablado de este caso de canibalismo. Facilitamos los hechos tal como están relatados en L'Eclair de Montpellier (número de los días 10 y 11 de marzo de 1927).
DEVORADORES DE CARNE HUMANA
«Bajo la sospecha de haber asesinado a varias personas, una banda de gitanos fue arrestada por la gendarmería de Moldava (Checoslovaquia¹ oriental). El jefe de la banda, Alexandre Filke, encarcelado al mismo tiempo que veinticinco de sus compañeros, acosado a preguntas, acabó por hacer una confesión que supera lo más horroroso que quepa imaginar.
»—En efecto, fuimos nosotros —dijo—, los que matamos a las cuatro o cinco personas desaparecidas. En nuestro campamento, las hemos despedazado y nos las hemos comido.
»Con esta carne humana, algo sosa para el paladar de uno de los inculpados, los antropófagos hacían un gulasch cuya preparación quedaba al cuidado de las cocineras más expertas de la tribu. Salsa de páprika, arroz, patatas, no se escatimaba detalle para conferir a este plato nacional de Hungría todo el sabor picante que requiere.
»Uno de los gitanos, Rybar, un sordomudo que sabía leer y escribir, precisó que los cadáveres, debidamente troceados, que no eran consumidos en el acto, se salaban con esmero, con el fin de poder conservarlos. Cuatro mujeres y un muchacho de catorce años habrían servido así de alimento para los bandidos.
»—No teníamos nada para comer —aducen como disculpa—, y para nosotros era el único modo de no morir de hambre».²
LOS GITANOS CANÍBALES
«La instrucción del caso de canibalismo gitano descubierto en Checoslovaquia oriental prosigue de forma activa. El número de individuos detenidos por el momento asciende a veintiséis, de los cuales doce son hombres; y catorce, mujeres y niños. Han confesado haber perpetrado doce asesinatos, la mayoría a lo largo del año 1926. De estas doce víctimas, cinco hombres y cuatro mujeres fueron troceados y comidos.
»Los miserables hacen gala de un cinismo desconcertante. Explican con complacencia cómo se las arreglaron para matar y despedazar a sus víctimas y las maneras de condimentar su carne. Debido al carácter supersticioso de sus creencias, muy próximas a las ideas primitivas sobre la magia, uno tiene la impresión de encontrarse en presencia de los pueblos salvajes de África. Uno de los criminales explica, por ejemplo, que los sesos se les daban preferentemente a los niños, para que se volvieran más inteligentes. Otro expone que la carne de mujer era la preferida de los jóvenes, que le encuentran un sabor más delicado y creen que gracias a ella alcanzarán virtudes de seducción.³
»La mayoría de los caníbales detenidos no tenía sus guaridas en Checoslovaquia. Las víctimas parecen ser sobre todo húngaras».
¹ Un antecedente interesante sobre la antropofagia entre los gitanos (y justamente en Checoslovaquia) nos la ofrece Donald Kenrick, que en su libro The A to Z of the Gypsies (Romanies) cuenta que: «Nineteen Gypsies were tried for cannibalism in Kosice in 1924 (and eventually found not guilty). [Diecinueve gitanos fueron juzgados por canibalismo en Kosice en 1924 (y finalmente fueron declarados inocentes)]».
² El argumento que Filke da para justificar los crímenes cometidos por él y su grupo es el hambre. Podríamos suponer dos razones para la falta de alimentos —que en el fondo bien pueden ser ambas—: la primera sería la situación de marginalidad en que ha vivido el pueblo Gitano a lo largo de su existencia, sería natural pensar que la dificultad para conseguir alimento era alta para un paria. La segunda razón puede deberse a que los efectos de la primera guerra mundial (que habría terminado hacia 1918) aún eran latentes, y eso imposibilitaba el abastecimiento de alimentos.
³ Estas curiosas ideas sobre los efectos positivos del consumo de carne humana parecen ser una constante en el pensamiento de quienes practican la antropofagia. Algo comentó Robert Louis Stevenson al respecto, véase las entradas de este mismo apartado.
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