sábado, 22 de febrero de 2020

Antología de cuentos sobre antropofagia: CC2. Último capítulo conservado del Satiricón

El Satiricón es un libro clave para entender la mentalidad y variedad del pensamiento latino. Es considerado la primera novela occidental y fue escrito —básicamente— en tres lenguas: Latín culto, vulgar y griego; por ello se dice que es una pena leerlo traducido, en lo cual estoy espiritualmente de acuerdo. Narra las peripecias picarescas de Encolpio, su amante Gitón y su amigo Ascilo a través de tres partes más o menos bien definidas, de las cuales, la segunda es la más famosa: "La cena (o banquete) de Trimalción." De la obra sólo se conservan fragmentos y todos los estudiosos coinciden en que debió haber tenido una extensión considerable. Llegué a su lectura por la bella (y muy imaginaria) biografía que Marcel Schwob escribió de su autor, Petronio, en el libro Vidas imaginarias.
Enterando en materia antropófaga, he seleccionado el último capítulo conocido del libro, el 141, en él, después de eludir la persecución de Ascilo, Encolpio y Gitón, náufragos junto con el último compañero de aventuras que tienen hasta ese momento, Eumolpo, el poeta; llegan a Crotona, una ciudad de la ahora conocida geografía de Italia; allí, Eumolpo se hace pasar por un rico liberto, con la intención de embaucar a los embaucadores, pues el negocio corriente en Crotona son los préstamos a condición de hacer entrar a los prestamistas en los testamentos. Naturalmente que Eumolpo y Cía. no tienen dinero, así que ante el peligro de ser descubiertos y castigados por sus acreedores, a Eumolpo se le ocurre la astucia de incluir en su testamento una cláusula donde sus herederos deben devorarlo; para suavizar lo desagradable del asunto, cita algunos pasajes famosos de la historia donde hombres fueron orillados a la Antropofagia, comenta el arte de la cocina y su ingenio para engañar al paladar y habla de leyes exóticas que obligan a devorar a familiares recién fallecidos. Este texto entra en la categoría de lo Psiquiátrico, pues sus personajes están dispuestos a llevar a cabo la voluntad de Eumolpo por una cuestión de mera gula material, de avaricia. En ese sentido, la subcategoría es —a falta de un concepto mejor— consecuencialismo. No conocemos el desenlace del timo de Eumolpo, pero dado el contenido y carácter del resto del libro, es difícil imaginar que el episodio no termina de otra manera que con un festín funeral. De cualquier manera, esto no detiene al traductor Méndez Novella, que nos ofrece una posibilidad, un final suavizado (considerando la potencial antropofagia que sugiere Petronio). Incluyo en esta entrada cuatro traducciones diferentes del capítulo 141.
PD. Dejo solamente notas en la versión de Julio Picasso, pues son aplicables a todas las demás versiones (salvo por la del final licencioso de Méndez Novella, claro está).


Capítulo 141

(Encolpio a Eumolpo):
—El barco que debía venir del Africa con tus riquezas y familia no ha llegado como lo prometiste. Los captadores de herencias, empobrecidos, ya han empezado a disminuir su generosidad. Nuestra común Fortuna (1), si no me equivoco, comienza a arrepentirse de sus dádivas. [...]
(Testamento de Eumolpo):
—Todos los que en mi testamento, exceptuados mis libertos (2), tengan algún legado, heredarán lo estipulado sólo a condición de descuartizar mi cuerpo en pedazos y de comerlo delante de todo el pueblo. [...] En algunos países se practica la costumbre de comer los cadáveres de los parientes, a tal punto que los enfermos se ven insultados por malograr la carne que van a dejar (3). Advierto, por consiguiente, a mis amigos que no se nieguen a ejecutar lo mandado sino más bien que devoren mi cuerpo con el mismo coraje con que maldijeron mi alma. [...]
La gran fama de su riqueza enceguecía los ojos y el espíritu de estos desdichados. [...]
Gorgias estaba dispuesto a obedecer. [...]
(Eumolpo):
—No tengo razón en inquietarme de que tu estómago vomite. Al contrario él te obedecerá en todo si le prometes que, en compensación de una hora de asco, tendrá después muchos manjares. Cierra nada mas los ojos e imaginate estar comiendo no un cadáver sino diez millones de sestercios. Además nosotros nos encargaremos de buscar algunos condimentos para disimular el sabor, pues bien sabes que ninguna carne gusta por sí sóla sino que es a fuerza de artificios como se la transforma para que sea aceptada por los estómagos exigentes. Si quieres, ademas, ejemplos que corroboren lo dicho, los Saguntinos (4), cercados por Aníbal, se alimentaron de carne humana sin esperar por esto ninguna herencia. Los petelinos (5) hicieron lo mismo en una increíble carestía y, sin embargo, con este menú no captaban nada y sólo lo hicieron para sobrevivir. En la toma de Numancia por Escipión (6), se descubrieron cuerpos de mujeres que sujetaban en su regazo los cuerpos medio devorados de sus propios hijos. [...]

1. Fortuna es en Roma la diosa del destino. Hay que identificar la con la Tique griega, aunque también se asimiló con otras divinidades como Isis. Es representada siempre con el cuerno de la abundancia, ciega y con un timón de navío o una esfera, símbolo de la universalidad.
2. Esos libertos son, por supuesto, Encolpio y Gitón. Al llamarlos así se refiere a su condición de "esclavos liberados"; en la antigua Roma, los esclavos podían alcanzar su libertad por favor de sus amos o, incluso, hasta comprarla, y aunque no podían alcanzar todos los beneficios de ser un ciudadano romano, sí podían gozar de muchas otras cosas, hasta volverse inmensamente ricos.
3. No hay ninguna referencia clara sobre leyes o pueblos que devoraran a sus difuntos. Pienso que Petronio se burla de los judios, como en algunos pasajes de la cena de Trimalción; donde sugiere que el pueblo elegido por dios se comió a su mesías. 
4. En efecto, en el 219 a. C. el jóven general cartaginés Aníbal Barca, sitio la ciudad de Sagunto por 8 meses. Por supuesto se recogen testimonios sobre los métodos desperados a los que los Saguntinos recurrieron para sobrevivir, entre ellos antropofagia.
5. Petelinos: otros leen puteani , petavii o perusii.
6. Numancia fue sitiada durante 13 meses, por el general romano Escipión, conocido como el africano menor, quien estableció un cerco de 9 km al rededor de la ciudad; llenó de trampas la prefería y aún a la toma de ésta, sus habitantes resistieron hasta el final; la mayoria prefirió suicidarse antes de verse prisioneros del enemigo, motivo por el cual sea acuñó la expresión "resistencia numanita."

CAPÍTULO CXLI

—He ideado un medio para poner en gran aprieto a nuestros presuntos explotadores.— Y al mismo tiempo, sacando las tablas en que había escrito su testamento, leyó: «Todos los favorecidos por este mi testamento, decía, con excepción de mis libertos, no podrán percibir sus legados sino con la condición expresa de cortar mi cuerpo en pedazos y comérselo en presencia del pueblo congregado al efecto.  Esta cláusula no tiene nada que debe asustarles, pues hay una ley, vigente en varios pueblos de la tierra, qué obliga a los parientes de un difunto a comer su cuerpo: y es tan cierto esto, que en algunos de los países aludidos suele reprocharse a los moribundos el que dejen consumir su carne por la duración de una larga enfermedad. Este ejemplo debe excitar a mis amigos a devorar mi cuerpo con igual celo con que maldigan mi alma». Mientras leía las fórmulas y los primeros artículos entraron en la estancia algunos de nuestros herederos y los que antes habían salido de ella, y viéndole con el testamento en la mano pidieron oír su lectura, a lo que accedió Eumolpo, leyéndolo de punta a cabo. Mal gesto pusieron todos al oír la cláusula formal que les ordenaba comer su cuerpo; pero la gran riqueza que se suponía poseer Eumolpo, cegaba de tal modo a aquellos miserables y los tenía tan esclavizados, que no osaron protestar contra esa condición inaudita hasta entonces. Uno de ellos, llamado Gorgias, hasta declaró que se sometía a esa condición siempre que los legados no se hiciesen esperar mucho. —No tengo, por qué temer recusaciones de tu estómago, replicó Eumolpo; ya sé yo que si lo prometes lo cumplirás; tras una hora escasa de disgusto, recompensada con mucho oro, vienen las satisfacciones múltiples que, durante muchos años os proporcionará la riqueza. No hay más que cerrar los ojos para hacerse la ilusión de que no se come uno los hígados de un ser humano, sino un millón de sestercios. Añadid a esto, que ya encontraréis modo de sazonar bien mi cuerpo, pues no hay manjar que sin sazón despierte el apetito. La manera de prepararlos puede disfrazarlos hasta el punto de quitarles toda repugnancia. Para probaros la verdad de este aserto, puedo citaros el ejemplo de los saguntinos que, sitiados por Aníbal, se alimentaron muchos días con carne humana, sin la esperanza de una herencia cuantiosa. Los perusinos, reducidos a extrema necesidad, hicieron lo mismo y se comieron a varios de sus conciudadanos sin más objeto que el de no morirse de hambre. Cuando Escipión tomó a Numancia encontró varios niños a medio devorar en el seno de sus madres. En fin, como el disgusto que inspira la carne humana, proviene sólo de la imaginación, no dudo que haréis cuantos esfuerzos son posibles para evitar esa repugnancia, a fin de recoger los inmensos legados de que dispongo en favor vuestro.
Hablaba Eumolpo tan sin orden ni concierto, con un tono entre declamatorio y burlón, que nuestros presuntos herederos comenzaron a sospechar de la realidad de nuestras promesas. Desde entonces se dedicaron a espiar cautelosamente nuestras palabras y nuestras acciones, y el examen acrecentó sus sospechas, convenciéronse muy pronto de que éramos unos vagabundos y bribones. Entonces, los que más habían gastado para honrarnos, decidieron castigarnos según nuestros méritos.
Felizmente, Crisis, que era partícipe de todas esas maquinaciones, me advirtió de las intenciones de los crotoniatas, y al saberlas, de tal modo me asusté, que decidirnos fugarnos con Gitón y abandonar a Eumolpo a su infausta suerte. Al cabo de algunos días supe que, indignados los de Cretona de que aquel viejo astuto hubiese vivido tanto tiempo como un príncipe a sus expensas, decidieron matarlo según las costumbres de Marsella. Para que comprendáis esto, sabed que siempre que aquella ciudad se ve asolada por la peste, se sacrifica uno de sus habitantes por la salud de todos, con condición de ser, durante un año entero, mantenido y tratado a cuerpo de rey. AlI terminarse el plazo, adornada la frente de verbena y con vestidos sagrados, se le hace dar la vuelta a toda la ciudad a fin de que lo escarnezcan todos sus habitantes, atrayendo sobre él las iras celestes descargadas sobre el vecindario y se le precipita de cabeza al mar a desde lo alto de una roca.

Versión de J. Mendez Novella, 1902

141. «No llegó el barco que. según tus promesas, debía traer de África tu dinero y tu servidumbre. Los cazadores de testamentos, agotados ya sus recursos,  han recortado su generosidad. O mucho me engaño, o la Fortuna de nuestra comunidad empieza a arrepentirse del trato que nos ha dado.»
«Todos cuantos tienen asignados legados en mi testamento, todos, excepto mis libertos, como condición para entrar en posesión de lo que les dejo, tendrán que partir a trozos mi cadáver y comérselo en presencia del pueblo.»
«En ciertos pueblos sabemos que hay todavía en vigor una ley según la cual los allegados han de comerse a sus muertos; tanto es así que con frecuencia se echa en cara a los enfermos el que dejen una carne de calidad inferior. Con esto quiero advertir a mis amigos que no recusen mi voluntad, sino que consuman mi cadáver con el mismo valor que han puesto en maldecir mi vida.»  
La inmensa fama de su fortuna cegaba los ojos y las mentes de aquellos desgraciados.  
Gorgias estaba dispuesto a cumplir hasta el final.
«En cuanto a la repugnancia de tu estómago, no tengo por qué preocuparme. Obedecerá a tu voluntad si por una hora de asco le prometes en compensación un sinfín de bienes. Basta con que cierres los ojos y te figures que no te tragas las entrañas de un hombre, sino un millón de sestercios. Añade a esto que ya encontraremos algún adobo para quitarles el sabor. Pues ninguna clase de carne tiene en sí buen gusto: pero cierto aderezo la altera y la concilia con la aversión del estómago. Y si quieres antecedentes en apoyo de mi determinación, los saguntinos, apurados por Aníbal, llegaron a comer carne humana, y eso que no esperaban herencia; los petelinos hicieron lo mismo en una gravisima situación alimenticia, y no pretendían más objetivo que no morir de inanición. Cuando Numancia cayó en poder de Escipión, se encontraron madres que tenían en su regazo los cadáveres de sus hijos a medio devorar.»

Versión de Lisardo Rubio Fernández

"La nave no llega de África con tu dinero y esclavos, como habías prometido. Los cazadores, ya exhaustos, han aminorado su generosidad. Y así, o yo me engaño, o la fortuna, como de costumbre, vuelve atrás y comienza a arrepentirse"...  
"Todos los que tienen legados en mi testamento, excepto mis libertos, recibirán lo que les he dado, con la condición de que corten mi cuerpo en partes y lo coman en presencia del pueblo"...  
"Entre algunas naciones sabemos que hasta hoy se guarda la ley de que los difuntos sean consumidos por sus familiares, de tal suerte que muchas veces los enfermos son injuriados porque estropean su carne. Con esto advierto a mis amigos que no rehúsen lo que ordeno, sino que con el ánimo con que han maldecido mi espíritu, con el mismo también consuman mi cuerpo"...  
La enorme fama del dinero cegaba los ojos y los ánimos de los miserables.  
Gorgias estaba dispuesto a continuar...
"No tengo que temer del rechazo de tu estómago. Acatará tu orden si por el fastidio de una hora le prometes una compensación de muchos bienes. Cierra ahora los ojos e imagina que comes no visceras humanas sino diez millones de sestercios. Añádese a esto que encontraremos algunos condimentos con los cuales podamos cambiar el sabor. Pues ninguna carne agrada por si misma, sino que se transforma con cierto arte y atrae la complacencia de un estómago adverso. Pues si quieres que mi consejo se pruebe también con ejemplos, los saguntinos, sitiados por Aníbal, comieron carne humana, y no esperaban herencia. Los petelinos hicieron lo mismo en el extremo del hambre, y en ese banquete no perseguian otra herencia que sólo no morir de hambre. Cuando Numancia fue tomada por Escipión, se encontraron madres que tenían sobre su seno, medio devorados los cuerpos de sus hijos''...  

Versión de Roberto Heredia Correa

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