lunes, 5 de marzo de 2018

De cómo Baudelaire me dió lo mejor de sí en lo peor de su obra

Hace algún tiempo leí los diarios íntimos de Charles Baudelaire. Estas intimidades son, en realidad, notas para proyectos de libros que se quedaron truncos: CohetesMi corazón al desnudo, ambos títulos son alusiones a Poe, de quien Baudelaire siempre fue un declarado admirador. 
En estas notas hallé a un Baudelaire más humano y menos maldito, con las flaquezas de escribir al instante una idea y dejarla sucia, tal como fue atrapada. Mas, no por quedarse en el primer impulso de vida, son ideas gratuitas. Hay en ellas la sinceridad de quien no teme decir lo que piensa porque se sabe solo, sin nadie que lo juzgue; en la intimidad de una obra que se deja en suspenso hasta que se pueda pulir.

Dice Charles que “lo que está creado por el espíritu es más vivo que la materia”, y cada página de estos diarios se encuentra pulsante y un tanto con la carne expuesta, se percibe el espíritu. 
Hay más espíritu cuando espeta que “el amor quiere salir de sí, confundirse con su víctima, como el vencedor con el vencido, y sin embargo quiere conservar privilegios de conquistador.”

Hace postulados estéticos donde apologa la imperfección: “lo que no es ligeramente deforme tiene un aire insensible; de donde se sigue la irregularidad, es decir, lo inesperado, la sorpresa, el asombro, son una parte esencial y la característica de la belleza.”
Otros donde define las dimensiones de lo que percibe como bello: “... Lo bello [...] Es algo ardiente y triste, algo un poco vago que abre paso a la conjetura.” Es por eso, tal vez, que ve “[...] En el acto de amor un gran parecido con la tortura o con una operación quirúrgica.”
Percibe que “la mezcla de lo grotesco y de lo trágico es tan agradable para el espíritu como las discordancias para los oídos entregados.”

Otra estupenda estampa (que yo titularía Los beneficios del odio): “Un hombre va al tiro al blanco acompañado por su mujer. Apunta a una muñeca y dice a su mujer: me imagino que eres tú. Cierra los ojos y derriba la muñeca. Después besa la mano de su compañera y le dice: Ángel mío, ¡cómo te agradezco mi puntería!
Y luego toca fibras más sensibles de mi alma cuando escribe: “A cada minuto quedamos aplastados por la idea y la sensación del tiempo. Y no hay nada más que dos medios para escapar de esa pesadilla, para olvidar: El placer y el trabajo. El placer nos desgaste. El trabajo nos fortifica. Escojamos.

Cuanto más nos servimos de uno de esos medios, tanta mayor repugnancia no inspira el otro.”

A propósito de pesadillas y trabajo, dice que “no hay obra más extensa que aquella que uno no se atreve a empezar. Se convierte en una pesadilla”; “Postergando lo que se tiene que hacer se corre el peligro de no hacerlo nunca. Al no convertirse en seguida se corre el riesgo de condenarse.”
Señala la vulgaridad del hombre: “Respecto a la legión de Honor.

El que pide una cruz tiene el aire de decir: si no se me condecora por hacer mi deber, no volveré a hacerlo. Si un hombre tiene mérito, ¿Por qué condecorarlo? [...] Consentir en ser condecorado es reconocer al Estado o al príncipe el derecho de juzgarnos, o de ilustrarnos, etcétera.”

Retoma las deducciones Cartesianas: “Nada existe sin un fin. Por lo tanto mi existencias tiene un fin. ¿Qué fin? Lo ignoro. Entonces no soy yo quien lo ha marcado. Es por lo tanto alguien más sabio que yo. Por eso es necesario rogar a alguien que nos ilumine. Es lo más sabio.”
Humor malicioso: “[...] no podemos hacer el amor más que con órganos excreménticos. Imposibilitada de prohibir el amor, la iglesia quiso al menos desinfectarlo, y creó el matrimonio.”
Más sobre el amor: “Lo que hay de molesto en el amor es que es un crimen en el que no se puede evitar tener un cómplice.”
Del artista: “Copular es aspirar a entrar en otro, y el artista no sale jamás de sí mismo.”
Algo que podría titular como La paradoja del equívoco: “El mundo no anda más que por el equívoco. Es por el equívoco que todo el mundo se pone de acuerdo. Si, por desgracia, nos comprendiéramos, jamás podríamos estar de acuerdo.”
Entre otras cosas, esto es lo que me dejó Baudelaire en lo peor de sus pensamientos...

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