sábado, 27 de abril de 2019

Antología de cuentos sobre antropofagia: CD1. Adelaida

El siguiente cuento es un platillo. Todo cuanto sucede en él fue meticulosamente calculado: la receta cuidadosamente elegida y los ingredientes “cosechados frescos.” Como comentaba en el índice de esta antología, la antropofagia y el canibalismo están fuertemente vinculados a la necrofagia. Este cuento es el ejemplo perfecto de ello.
En otro orden, el texto pertenece a la plaquette Desquiciados de Alejandro Barrón. 11 miniaturas que retratan la subversión del hombre citadino. Hay otros textos sobre el consumo de carne humana que estarán en entregas siguientes; mientras tanto, la cena está servida, bon appétit.


SUENA el teléfono.
Espanto una mosca que ronda por mi cara.
Contesto.
—¿Aló? 
—¿Si? 
—¿Rodolfo?
—Sí, sí...
—(Sollozos) 
—¿Gabriel?
—(Más sollozos)
—¿Qué sucede Gabriel?
—Ha ocurrido una desgracia..
—Gabriel, tranquilízate....
—Una verdadera desgracia...
—Anda, dime, Gabriel... Pero primero...
—(Más sollozos)
—...
—(Los sollozos disminuyen)
—Todo estará bien..
—Se trata de Adelaida..
—¿Qué sucede con Adelaida?
—Su tumba... 
—¿Sí?
—Su tumba... ha sido profanada..
—¡La tumba de Adelaida ha sido profanada?
—Así es... Esta mañana fui a dejarle un ramo de flores... habían pasado sólo cuatro días desde que la sepulté y la tristeza, que me calaba hasta los huesos, no me permitía estar en paz.... 
—Comprendo...
—Esta horrible soledad... y esta tristeza... que me producen un vacío inmenso (llanto) ay no... no puedo...
—Fuerza, hombre... 
—Fui temprano a dejar un ramo de rosas blancas —que tanto le gustaban— a su tumba... y encontré la cripta destruida... las losas con levantadas... el ataúd abierto de par en par... ¡Por dios, el vestido con que la había sepultado estaba a unos cuantos metros, desgarrado! ¡Una puta aberración!
—¡Tranquilo, Gabriel!
—¡No se puede uno estar tranquilo en estos casos¡ Oye Rodolfo...
—¿Si?
—Tú, que eres inspector de la policía, por favor ayúdame... Hazlo por el amor que le tenías a Adelaida... no lo hagas por mí... Por favor, deja atrás nuestra rivalidad...  deja atrás el rencor que me tienes por habértela quitado en la universidad...
—Gabriel, por favor... ¡Me ofendes! Claro que no hay rencor alguno! Ella te quería a ti, indiscutiblemente...
—Ayúdame a recuperar su cuerpo.. Temo que algún desquiciado le esté haciendo cosas ahora mismo, con toda impunidad... 
—¿Cosas, qué cosas?
—No lo sé... Cosas aberrantes... impúdicas...
—¿Te refieres a que haya violado el cadáver de tu esposa varias veces?
—¡Sí!
—¿Y también a que le haya arrancado los labios vaginales y los esté cocinando ahora mismo con salsa de soya y cebollines?
—¡Qué horror! Pero cuánta maldad existe en el mundo...
—Lamento decirte, Gabriel, que eso no es nada... Esa clase de locos hacen cosas peores con los cadáveres cuando los tienen a su entera merced... Va desde relaciones contranatura hasta la...
—...No sigas por favor... no sigas... Ayúdame a encontrar a mi Adelaida a... Por favor... por favor...
—Cuenta con ello... Mandaré a varios de los agentes a mi cargo para que comiencen con las pesquisas... Pronto aparecerá Adelaida... Lo prometo... 
—Muchas gracias Rodolfo... Gracias en verdad...
Cuelgo.
Me quedo en silencio.
Por fin mato de un manotazo a la puta mosca que rondaba por mi cara.
—¿Qué tal, eh? Tu querido Gabriel siempre fue un llorón...
Adelaida no dice nada.
—Bueno, no me mires así, -tomo una cuchara y le saco un ojo, me dirijo a la cocina, enciendo la estufa y continúo cocinando la sopa de orejas y labios vaginales.
—Debes de estar de acuerdo que él tuvo su oportunidad... les di una vida de ventaja... ahora me toca a mí...
Adelaida no dice nada.
Las moscas se agolpan sobre su cuenca vacía.
—No... no me digas... ¿Estás enojada? ¿de nuevo? Está bien, ya querrás hablar... Te ves tan hermosa cuando te enojas...
Le doy unas cuantas lamidas al ojo de Adelaida justo antes de empezar a cocinarlo.

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7. Invocación y evocación de la infancia

En un viejo cuaderno escolar tengo escrita esta frase al margen de una de las últimas páginas: Busco quién se acuerde de lo que se me olvida...