jueves, 2 de mayo de 2019

La nota atonal o nuevas consideraciones para un teoría de la palindrometría

En los Apuntes para una Teoría Mínima de la Palindrometría señalé algunas de mis apreciaciones sobre el arte del palindromo con la intención de fundar un esquema de clasificación, que a su vez ofrece indicios para quien desea emprender la tarea de perder el tiempo en urdir un palindroma.
Hay varias cosas que dejé fuera del primer bosquejo —y no sin justa razón— porque, si bien, intervienen activamente en el fenómeno palindrómico, son en realidad cuestiones menores o secundarias:

DEL IDIOMA IDEAL
La primera de ellas es una necedad, pero me parece legítimo tomar parte y hacer algunas precisiones. 
Ya Monterroso, al principio de su Onís es asesino comenta que "nuestro idioma parece ser particularmente propicio para los juegos de palabras.", y no conforme con ello, ofrece  una pequeña muestra de las posibilidades lúdicas del lenguaje. 
En otro respecto, hace poco leí un artículo interesante sobre los herederos palindrómicos de Juan Filloy, el —hasta hace algún tiempo— mayor palindromísta de la lengua española. En el artículo hay un eco a otras palabras de Monterroso, de su aludido texto: "dicen por ahí que el idioma más palindrómico del mundo no es el español, sino el finlandés.", digo eco porque Tito nos comenta de pasada sobre Joyce y el inglés: "y alguno que otro del inglés (no muy bueno para esto, según me comentan)."
Tanto Monterroso como Cristián Vázquez, el ensayista del texto en Letras Libres, se mantienen en el campo de la cauta especulación. Incluso ni siquiera aceptan que esas afirmaciones sobre si tal o cual idioma es idóneo para la tarea de urdir palindromos puedan ser verdad. Parece que las ofrecen con descuido, como una mera curiosidad sin importancia. Pensemos un momento en esas palabras y hagamos más especulación: Monterroso no es tonto, por cada vez que dice algo se apresura a ofrecer una referencia sobre eso, y con mayor razón, dada su erudición; sólo lo del idioma inglés se queda sin referencia. Pienso que Monterroso pudo haber bien sido el autor de esta idea, y usando una herramienta típica de la literatura, atribuyó la idea a alguien más; ni siquiera se molesta en ponerle nombre a ese alguien. ¿La razón? Es una afirmación temeraria... o quizá la idea sí es de alguien más, pero Monterroso está espiritualmente de acuerdo con ella, sino ¿por qué escribir algo que uno no creería que puede ser verdad?. Exactamente estos juicios son aplicables a Vázquez. O es su idea y no la reconoce o siente que puede ser verdad, pero no lo acepta por lo que implica hacer una afirmación así de arriesgada.
¿Arriesgada? Pues sí, no es para menos, la sola demostración de esto podría hacer que un palindromísta quiera abandonar su lengua por no ser propicia o  podría dar una ventaja táctica a cualquiera, aún si es un diletante, por mencionar dos consecuencias funestas que uno puede imaginar. Pero ¿Qué tan cierto podría ser que tal o cual idioma es más adecuado para palindromar?
No tengo noticia de algún estudio sobre idiomas más o menos propicios para los juegos de palabras. Entonces todas las afirmaciones sobre esto naufragan de inmediato, víctimas de un peso que no pueden sostener. Y haré una afirmación no menos temeraria, pero con una lógica sensata. No hay idioma con mayores posibilidades para los juegos de palabras que otros. Creo que esto depende más bien de su número de hablantes y de su empeño en explorar éstas posibilidades.
En español tenemos al positivo monstruo del palindromo Víctor Carbajo que ostenta un montón de récords y está detrás de algunos de los palindromos más impresionantes de nuestro idioma. Estoy muy seguro de que si Carbajo fuese finlandés o inglés, entonces hallaría no menos palindromos en dichos idiomas de los que ha hallado en español. Y es que en cierto sentido todos los idiomas son más o menos idóneos para los juegos de palabras, y las desventajas de uno se ven suplidas por ventajas que tiene con respecto de otros por sus particularidades sintácticas y fonéticas. Por ejemplo, puede que un idioma tenga más letras que el español, lo que le representaría una ventaja por tener más elementos, pero a su vez, puede que su vocabulario sea menor que el del español, entonces su ventaja, no hace sino compensar el terreno, nivelando las cosas entre ambas lenguas. Y aún si tuviera todas las desventajas del mundo, un idioma podría ser hegemónico en la palindrometría por sus hablantes, que en el empeño de encontrar el mayor número de palindromos, producirían incontables muestras.
Sólo agotando los idiomas, cuerpos vivos y en constante cambio, se podría ver bien qué idioma es el ideal. Pero eso no tiene luces de que vaya a suceder. Retomando: con ésta pequeña reflexión no es difícil darse cuenta de que no es el idioma per se, sino los hablantes de éste los que hacen sus delicias lingüísticas. Si no, mírese los juegos de palabras de Shakespeare o de Perec, cada cuál de una lengua, época y tradición distinta, y sin embargo capaces de expresar distintas magnitudes de ingenio, ningúna despreciable.

DE LA BILINGÜALIDAD SEGUIDA DE LA BIFRONTALIDAD

Picardía Palindrómica de Willy de Winter tiene en su portada un dibujo ambidireccional de un rostro, que visto de arriba hacia abajo es uno, y al poner el libro de cabeza es otro; al rededor tiene este palíndromo: Sexo Boxes. Según mi clasificación éste palindromo sería imperfecto dismétrico ¿ortográfico?(*)... Cuál es mi sorpresa al ver que este palindromo no puede ser bien encuadrado con la etiqueta de ortográfico o anárquico. Veamos: ¿el palindromo tiene faltas de ortografía? No, pero: tampoco se puede decir que esté bien escrito —y conste que ya ni siquiera me estoy fijando en si la expresión (traducida al español [o al inglés: boxes sex]) "cajas sexo" tiene sentido—, pues ni bien está en español, ni bien en inglés (recuérdese que al ser palindromo y decir lo mismo de ida que de vuelta es aceptable pensar que no hay un idioma dominante o que puede ser cualquiera de los dos, según los ojos —y la lengua— con que se lea). Esto nos acarrea un problemilla curioso. Ya comentaba en mi teoría que el palindromísta —el artista en general— puede darse la licencia de rebelarse contra las convenciones de la escritura en aras de conseguir el efecto fonético del palindromo. Entonces, derivado de ello, no sería imposible pensar en no sólo pasarse por el arco del triunfo la ortografía, sino que hasta llegar al grado de hacer obras idiomáticamente híbridas. Lo cual podría abrir una nueva categoría en la taxonomía del palindromo. Junto a Ortográficos y Anárquicos podemos colocar los Bilingües, Polilingües o para mejores y más generales efectos: Híbridos. La experiencia personal, los gustos y hasta el purismo de que se es capaz, sabrán considerar o excluir este tipo de palindromos como legítimos y no menos ingeniosos que los convencionales en un sólo idioma. Por lo pronto diré: he escuchado por ahí que entre más lenguas se domine, más palindromos se pueden urdir.


Pasando a otro respecto, hablaré del semi palíndromo y la bifrontalidad.
Un anagrama es una palabra que reordenada puede formar nuevas palabras: Roma, Amor, Ramo, Omar, Maro, Mora... y una palabra bifronte es la que dice dos cosas distintas según se lea de ida o de vuelta. Un palindromo tiene dos veces el mismo sentido, por lo cual no se puede considerar como bifronte y no es un reordenamiento para formar una nueva palabra, entonces dista de ser anagrama. Hecha ésta precisión, leamos este "palindromo" de González Avelar:

La mina, animal, la mina

La primera vez que lo leí, sentí que había algo extraño en él, pero no me dí cuenta de inmediato de qué podía ser. Una segunda lectura revela que de regreso dice: animal, la mina, animal. Entonces, bajo la ley más elemental de los palindromos, esto no es un palindromo, y ya. Pero, ¿Qué es? ¿Qué pudo ser?
Es una frase u oración bifronte y puede tener cualidades palindrómicas si se combinan sus dos posibilidades de lectura. Aunque se vuelve demasiado redundante sobre las mismas palabras y sílabas, casi cacofónico:

La mina, animal, la mina | animal, la mina, animal

Si me preguntarán qué palabras son propicias para hacer palindromas; diría que las que intercalan la misma vocal entre sus consonantes (anita lava la tina) y las palabras bifrontes que son casi un prodigio que ayuda a alargar los palindromos: ¡animal! Anita lava la tina, la mina.
Con todo, cuando los palindromos dicen algo diferente de regreso, no sería descabellado pensarlos como semipalindromos, basta con ordenar sus dos posibilidades de lectura como hice con el de González Avelar.

DE LA POESÍA, EL TEATRO Y OTROS DESAFÍOS Y DISLATES

El palindromo que más disfruto es el que consta de una sola oración, cuánto y más cuando la oración va cargada de la posibilidad de hacer una interpretación sobre lo que se lee; una interpretación profunda:

La moral, claro mal
Desearte me trae sed
Amad a la diosa, más oíd a la dama
Es raro, la verdad, revalorarse
Lame culos eres y ser eso luce mal

¡Algunos son casi filosóficos! Pero como en todo, el hombre, el artista, el palindromísta no es capaz de conformarse con esto. Quiere más, y ¿qué más se podría hacer después de lograr semejantes perlas? La primera posibilidad es tratar de alargar el palindromo, hacerlo lo más extenso posible. Es la más obvia y la que sigue persiguiendo el fin elemental del palindromo. A medida que esto se hace, se sacrifica sentido, pero se gana en arte. 
Sin embargo, ¿acaso hay una manera de hacer el palindromo más grande sin sacrificar sentido? En realidad, no como tal.
La poesía tiene diferentes vehículos de expresión, desde los aforismos hasta los sonetos. Y si el palindromo es como un aforismo, ¿podría ser como un soneto? De ésta pregunta, creo, surgió la costumbre de escribir poesía con palindromos. No estoy muy seguro de qué valor pueda tener como juego de palabras: no es más que tratar de estructurar un grupo de palindromas, y ciertamente que juntos pueden arrojar un sentido, pero es lo más que ganan, sentido y en su fin último que es la posibilidad de lectura ambidireccional, se quedan tal cual, incluso, muchas veces el efecto se pierde cuando se trata de leer esta poesía palindrómica, sólo se consigue, a lo sumo, una poesía bifrontal.
Seguiré insistiendo sobre el hecho de que el artista se permite licencias, y hay logros muy estimables en éstas estructuras palindrómicas. Cosas de gran belleza, como los que Marcelina Acevedo ha compuesto con mucha delicadeza.
Permitirse ésta poesía está bien, puede ser estimulante. Pero hay quien quiere llevar esto más lejos, mucho más lejos. Dos ejemplos de ello son dos obras de teatro; una de Willy de Winter y la otra de Miguel González Avelar, incluídas en los archicitados libros de palindromos. El tema de uno es Edipo y el otro La muerte de Adelita. Winter es más cuidadoso que Avelar como palindromísta —mucho lo he dicho, y lo seguiré diciendo—, y su minitragedia es mejor que el cuadro revolucionario de su colega; pero no dejan de ser ingenios forzados, llevando a los palindromos a servir de diálogos desarticulados, muchas veces sin sentido y hasta torpes. Son obras breves, y no me las imagino montadas. A más de uno, dejarían con un fuerte sentimiento de timo. En fin... Quién sabe de qué proezas mayores seremos testigos... Tal vez una novela palindrómica o un tratado científico en palindromo, no es un desatino... O tal vez sí.
En conclusión, llevar al palindromo a la servidumbre de estructuras poéticas y de diálogos teatrales hace que su brillo sea opacado en muchos casos. Basta y sobra con la belleza súbita como la de aquel primero que conquistó a muchos y cuyo misterio sigue siendo causa de largas meditaciones:

Dabale arroz a la zorra el Abad

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