viernes, 17 de abril de 2020

Antología de cuentos sobre antropofagia: CC3. Fábulas antropofágicas

Como sucede con muchas de las obras grecolatinas, la autoría de las Fabulæ está en tela de juicio, pero casi por unanimidad se atribuyen a Gayo Julio Higino, un liberto de la época del emperador romano Augusto
Existen paralelismos entre las Fábulas y otra obra intitulada Astronomía, así que tradicionalmente se piensa que ambas obras pertenecen al mismo autor.
Las Fabulæ, junto con la Biblioteca de Pseudo Apolodoro, las Metamorfosis de Ovidio y la Teogonía de Hesíodo son algunas de las fuentes más completas de mitología clásica; pero éstas se distinguen por su carácter enciclopédico, siendo en el fondo más un diccionario (o como comentan los editores de la edición de Gredos —de la que proceden los textos que antologo—: un verdadero Nomenclator, una titánica colección de nombres) que una obra literaria. Los detalles de sus breves narraciones hacen que sea casi necesario que el lector conozca el mito de antemano; por lo que bien pudo haber sido un libro de rápida consulta o de referencia general. Como muchos de los mitógrafos, el autor incurre en confusiones, errores e imprecisiones, pero en general nada que no pueda aclarar una buena edición anotada.
Hablando de las referencias antropofágicas en el libro, podemos distinguir 3 casos:
  1. La cometida —las más de las veces de forma accidental— por los dioses. Por ejemplo, Ceres / Deméter asiste a un banquete ofrecido por Tántalo para los dioses; éste, entonces, sirve como platillo a su propio hijo Pélope; luego la diosa devora, distraídamente, el hombro (o el brazo, según la tradición) del niño (Higino, fab. LXXXIII.); También es el caso de Licaón, quien habría hospedado a Zeus. Los hijos de éste querían averiguar si su huésped era un dios y le sirvieron un banquete de carne humana (según algunas tradiciones, de su propio hermano menor); huelga decir que Zeus no probó bocado y que al percatarse de esto, volcó la mesa; fulminó (o transformó en lobos, según otras tradiciones) a los hijos de Licaón (y no conforme con ello, convencido de la corrupción de la raza humana, desató el diluvio universal. Según otras tradiciones). (Higino, fab. CLXXVI.). Estas historias no entran en el interés de nuestra antología, pero son buenas referencias porque guardan una íntima relación con el caso tres, que comentaré en dicho punto.
  2. La cometida por monstruos semihumanos. Los seres híbridos que aparecen en las páginas mitológicas de Higino pueden ser producto de una metamorfosis divina o de bestialismo (que la mayoría de las veces también es por intervención divina). Parece que estos seres sienten una predilección por la carne humana y, así, nos encontramos con que en las fab. XXXIX a XLI, Higino nos relata lacónicamente que un criminal y desterrado Dédalo llega a Creta; y luego, gracias a cierto invento, ayuda a Pasífae —esposa del rey Minos— a copular con un toro del que ella se había enamorado por intervención de Venus / Afrodita; Minos, vencedor de los atenienses, determinó que estos tenían que pagar un tributo humano cada cierto tiempo; los elegidos entraban al laberinto que Dédalo edificó para contener al Minotauro y eran devorados por éste. Por otro lado tenemos a Escila, hija de Tifón o de Palante «que tenía <la parte> superior del cuerpo de mujer, la inferior desde la ingle, de pez, y tenía seis perros que nacían de ella». En la fab. CXXV 14. se nos cuenta que tal quimera devoró a seis compañeros de Ulises. Y en la fab. CXCIX. Higino recoge otra variante del mito de Escila, que sería hija del río Crateide. Al ser una doncella de gran belleza, Glauco se enamoró de ella, por esta razón e impulsada por celos, la diosa Cirse la transformó en el monstro que mencionamos arriba; y ella, en venganza contra Cirse que amó a Ulises, devora a los seis compañeros de éste, uno por cada perro nacido de sus ingles. En la introducción a esta antología ya me encargué de comentar la razón por la que estos relatos no nos interesan —por ahora. Pero es importante mencionar la tendencia terrible que tienen: los híbridos no son propicios a los hombres, y las más de las veces son depredadores de éste; ¿qué nos dirán en el fondo estas manifestaciones de hombres-bestia? que en efecto ¿(semi)homo homini lupus?, ¿que el lado primitivo del hombre, llevado a su expresión más acabada en los híbridos, evidencia precisamente que la naturaleza del ser humano es la de consumirse entre ellos?
  3. Por último —y la antropofagia que más nos importa— la cometida por hombres. Hay tres fábulas explícitas sobre esto: XLV; LXXXVIII y CCVI, el mitema que las liga es una venganza y un banquete de carne humana. En estas tres fábulas un personaje comete un crímen contra otro y éste último, en venganza, le sirve a su(s) hijo(s) en un banquete. La mitología es una historia de revanchas y sus consecuencias; una forma de explorar las posibilidades de la ley del talión. Podemos concluir un par de observaciones a partir de esto:
a) En las antropofagias cometidas por dioses como por humanos, la carne consumida siempre es cocinada; y hasta presentada de manera apetitosa. Nos dicen los insignes decadentes Lucan & Gray que el único libro de cocina grecolatina que ha llegado a nuestros días es el De Re Coquinaria de Apicio, «cuya ocupación preferida era confrontar sabores y utilizar insólitas bestias», que «prácticamente cualquier cosa que se moviera era sacrificada, cocinada y servida con todo el ingenio y la elegancia posibles. “No sabrán lo que comen —se jactaba—, ¡estofado de anchoas sin anchoas!”». Las recetas recogidas en The decadent cookbook nos muestran que la cocina grecolatina era verdaderamente un arte de las combinaciones exóticas pero, además, un arte de engañar al paladar; en el último capítulo del Satiricón de Petronio, el poeta Eumolpo dice sobre comer carne humana que evitar el asco y el horror es fácil con un buen aliciente y que «ninguna carne gusta por sí sola sino que es a fuerza de artificios como se la transforma para que sea aceptada por los estómagos exigentes». Podemos ver que la alquimia culinaria tenía sus métodos para disfrazar los alimentos y hacer de lo desagradable un delicioso platillo.
b) La cocina es una actividad exclusivamente humana; Tántalo, los hijos de Licaón, Procne, Atreo y Harpálice, cumplen una doble función de asesinos y cocineros. Los dioses, superiores a los hombres, no precisan de dicha actividad; y los monstruos y quimeras, de carácter más salvaje y primitivo, tampoco cocinan. Esto no es una generalidad, nuestro ejemplo sólo se limita a estas tres razas; pero centauros, cíclopes y egipanes, también conocen el arte culinario.  La cocina va ligada al raciocinio del hombre; es importante destacar esto porque explica la última observación que podemos hacer sobre estos mitos.
c) Como comentaba al principio, la antropofagia en estas fábulas es consecuencia de una vendetta; después de haber sufrido una iniquidad, distintos personajes dan la revancha de forma multiplicada: matan y cocinan a un familiar, posteriormente se lo sirven al objetivo de su venganza. Esto nos dice escuetamente que los actos de brutalidad salvaje (violaciones, homicidios, etc) conducen a actos más terribles y sofisticados; el caso ilustrativo sobre esto se ve en la accidentada relación de los hijos de Pélope (aquel, que destrozado por su padre es servido a los dioses y cuyo hombro fue devorado por Ceres); Atreo y Tiestes, quienes se provocan toda suerte de horrores que escalan cada vez más en sofisticación y maldad. Esta misma consecusión de un hecho brutal-primitivo a uno terrible-sofisticado se ve en las tres fábulas. Podemos deducir que, en rigor, son más terribles los segundos, porque el odio que impulsa sus acciones va acompañado de la reflexión intelectual que los lleva no sólo a asesinar por venganza, sino a hacer que el objetivo de su venganza pruebe —más que en carne propia— en paladar el producto de sus acciones.

Además de las tres fábulas que hemos nombrado, incluyo las pequeñas referencias que hay sobre las acciones de los personajes en el resto del libro. Pertenecen a lo que en la obra de Higino se nombra como Catálogos: se trata de listados que reúnen nombres de personajes que comparten un común denominador; los reyes tebanos, los reyes atenienses, quiénes fueron más bellos, las mayores islas, etc... Dada la cantidad de información, voy a detallar algunas precisiones sobre los mitos a manera de introducción, por lo que respeto las notas de los editores de Gredos tal cual están en el libro.

Fábulas antropofágicas

El motivo de la antropofagia que presentan las tres fábulas me hace colocar esta entrada en la categoría de lo Psiquiátrico y en la subcategoría de Consecucialismo; pues se da no por lo que son, sino como móvil de una venganza.

CATÁLOGOS

CCXLVI. QUIÉNES SE COMIERON A SUS PROPIOS HIJOS EN BANQUETES.

Tereo, hijo de Marte a Itis, nacido de Procne. Tiestes, hijo de Pélope, a Tántalo y a Plístines, nacidos de Aérope.¹ Clímeno, hijo de Esqueneo, a su propio hijo nacido de su hija Harpálice.

¹ Aunque Aérope es la esposa de Atreo, recordemos que Tiestes se acostó con ella (véase fab. LXXXVI), razón que le valió la expulsión del trono por parte de Atreo. Cómo Atreo sirve a sus hijos en un banquete lo ha contado ya Higino en la fab. LXXXVIII.

CCXXXIX. MADRES QUE ASESINARON A SUS HIJOS.

1. Procne a Itis, nacido de Tereo, hijo de Marte.
3. Harpálice, hija de Clímeno, a causa de la impiedad de su padre, ya que ella había yacido con él contra su propia voluntad, mató al hijo que de él había concebido.

CCLIII. LAS QUE YACIERON CONTRANATURA.

1. Harpálice con su padre Clímeno.

CCLV. QUIÉNES FUERON DESPIADADAS. 

1.  Procne, hija de Pandión, mató a su hijo.
2. Harpálice, hija de Clímeno, mató a su hijo, a quien había engendrado de la unión con su padre.

CCXXXVIIII. LOS QUE ASESINARON A SUS HIJAS.

1. Clímeno, hijo de Esqueneo, a Harpálice, porque le había servido a su propio hijo en un banquete.


FILOMELA

El mito de Filomela, Procne y Tereo, es uno de los más extendidos y modificados de toda la literatura grecorromana, tal es así que encontramos variaciones y correlatos en diversas épocas y tradiciones. Este mito es de ascendencia ática y encuentra su versión más fiel en el mito tebano del matrimonio discordante entre Aedón y Politecno, quienes incurren en los mismos crimenes que Tereo y Filomela 
Tereo (junto con Tiestes y Clímeno) que devora a su hijo, en el fondo no podría ser considerado como tal un antropófago —a menos que sea bajo el adjetivo de accidental— y paradójicamente, son Filomela y Procne (junto con Harpálice y Atreo) las de la voluntad antropofágica. Los personajes resultan en una suerte de geometría correspondiente y contrastante; Tereo, que es el arquetipo de bárbaro —como en general se consideraba a los tracios—, es, en su crueldad y acciones, víctima de impulsos primarios; no así Procne y Filomela; que traman un plan que supera con creces a las iniquidades de Tereo. En la versión ovidiana del mito, Filomela anuncia a su hermana las acciones de Tereo a través de un tejido y finalmente sirven en un banquete a Itis, ambas actividades son de naturaleza femenina, en contraste con las acciones de hombre y guerrero de Tereo.

XLV. FILOMELA¹

1. El tracio Tereo, hijo de Marte (Ares), que se había casado con Procne, hija de Pandión, fue a Atenas ante su suegro Pandión para pedirle que le concediera en matrimonio a Filomela, su otra hija² y le dijo que Procne había muerto.
2. Pandión le dió su consentimiento, y dejó marchar a Filomela y a unos acompañantes con ella. A ellos Tereo los lanzó al mar, y a Filomela —después de encontrarla en un monte— la violó.³ Y cuando regresó a Gracias, entrego a Filomela al rey Linceo, cuya esposa Latusa al punto envió a la rival a Procne, puesto que ésta era amiga suya.⁴
3. Al reconocer Procne a su hermana y descubrir el despiadado crimen de Tereo, comenzaron las dos a urdir de común acuerdo cómo devolver al rey una acción de tal jaez. Entretanto conoció Tereo por medio de unos prodigios cómo a su hijo Itis le acechaba la muerte procedente de una mano cercana. Oído este vaticinio, pensando que su propio hermano Driante⁵ tramaba la muerte para su hijo, mató a su hermano Driante, que era inocente.
4. Procne, por su parte, mató a su hijo Itis, nacido de ella y de Tereo, se lo sirvió en un banquete y huyó con su hermana.
5. Conocido el crimen, Tereo persiguió a las fugitivas, y sucedió que —por compasión de los dioses— Procne se transformó en golondrina, Filomela en ruiseñor. En cuanto a Tereo, dicen que fue convertido en gavilán.⁶

¹ La versión más completa y célebre de este mito es la de Ovidio (Met. VI 462-674). Un estudio exhaustivo del mito en todas sus versiones puede verse en A. M.ª Rodríguez, De Aedón a Filomela. Génesis, sentido y comentario a la versión ovidiana del mito, Universidad de las Palmas de Gran Canaria, 2002.
² Pandíon I, rey de Atenas, tuvo dos hijos, Efecto y Butes, y dos hijas, Procne y Filomela. En la versión de Higino, la iniciativa de viajar a Atenas parte de propio Tereo y no de Procne, como la versión de Ovidio, lo que implica que el enamoramiento debió de tener lugar antes, y no como resultado de su llegada a Atenas.
³ El detalle del séquito que envía Pandíon no aparece ni en Apolodro (Bibl. III 14, 8) ni en Ovidio. Del hecho de que se especifique que la encuentra en un monte, parece deducirse que ella había huido tras ver arrojar al mar a sus guardianes. En Apolodro (Bibl. III 14, 8), Tereo la seduce haciéndola creer que Procne ha muerto, y se casa con ella.
⁴ En vez de cortarle la lengua a Filomela para que no diga nada de la violación, Higino introduce esta variante de enviarla a la corte de un rey amigo. Jessen («Prokne», Ausfürliches Lexicon der Griechischen und Römischen Mythologie, Hildesheim-Nueva York-Zúrich, 1993, vol. III.2, pág. 3.024) pensaba que la glosotomía cuadraría mal con la posterior transformación en ruiseñor. Lo anagnórisis, por lo tanto, es también distinta, habiendo desaparecido en Higino el tema del bordado.
⁵ De todas las versiones existentes del mito, Higino es el único autor que introduce a Linceo, Letusa y Driante, así como el vaticinio de la muertd del hijo.
⁶ Los autores griegos hacen de Filomela la golondrina y de Procne el ruiseñor, frente a los mitógrafos latinos, quizá para justificar éstos el nombre de philomela, «ruiseñor». En Ovidio, Tereo es transformado en abulilla (Met. VI 647), siguiendo probablemente a Sófocles. La idea de Tereo como gavilán aparece en algunas versiones anteriores a Sófocles (véase A. Ruiz de Elvira, Mitología clásica, págs. 360-364, y A. Rodríguez, op. cit., pág. 24), si bien para la metamorfosis en gavilán la mitología contaba ya con otro personaje, Dedalión, del que Higino habla en fab. CC 2.


ATREO

En Higino, el ciclo mítico que comprende las relaciones de Atreo y su hermano Tiestes, va desde la última parte de la fab. LXXXIV hasta la que presentamos aquí. Según otras tradiciones, los hijos asesinados de Tiestes no son los que nos nombra el mitógrafo, sino: Áglao, Calileonte y Orcómeno

LXXXVIII. ATREO

1. Atreo, hijo de Pélope y de Hipodamía, deseando vengar las ofensas recibidas de su hermano Tiestes, se reconcilió con él y lo invitó a volver a su reino; mató a Tántalo y a Plístenes, hijos de Tiestes, y se los sirvió en un banquete. 
2. Mientras éste comía, Atreo mandó que le fueran traídos los brazos y cabezas de los niños. Por este crimen incluso Sol desvió su carro.¹
3. Conocido el abominable crimen, Tiestes huyó a la corte del rey Tesproto, donde se dice que se encuentra el lago Averno. De allí llegó a Sición, donde habia sido dejada Pelolopia, hija de Tiestes. Allí llegó por casualidad Tiestes, de noche, mientras se estaban realizando sacrificios en honor de Minerva; éste, temiendo contaminar los sacrificios, se ocultó en un bosque sagrado.
4. Por otra parte, mientras Pelopia dirigía unas danzas acompañadas de canto, resbaló y se manchó el vestido con la sangre del animal sacrificado. De camino hacia el río para lavar la sangre, se quitó la túnica manchada, y Tiestes salíl del bosque sagrado con la cabeza cubierta. Pelopia le extrajo la espada de la vaina en el transcurso de la violación y, al volver al templo, la escondió bajo el pedestal de Minerva. Al día siguiente, Tiestes pidió al rey que le permitiera regresar a Lidia, su patria.
5. Entretanto sobrevino en Micenas una gran esterilidad y escasez de alimentos a causa del crimen de Atreo.² Allí se pronunció un oráculo por el que Atreo debía reintegrar a Tiestes a su reino. 
6. Tras haberse dirigido Atreo a la corte del rey Tesproto, pensando que allí se encontraba Tiestes, vio a Pelopia, y pidió a Tesproto que le concediera a Pelopia en matrimonio, porque pensaba que ella era hija de Tesproto. Éste, para no despertar
sospechas, le entregó a Pelopia, que ya había concebido a Egisto de su padre Tiestes. 
7. Llegada ésta al palacio de Atreo, dio a luz a Egisto, a quien dejó abandonado. Pero unos pastores lo confiaron a una cabra, y Atreo lo mandó buscar y criar como si fuera suyo. 
8. Por ese tiempo Atreo envió a sus hijos Agamenón y Menelao para buscar a Tiestes, los cuales se dirigieron a Delfos a fin de realizar una consulta. Casualmente Tiestes había llegado allí para obtener una respuesta acerca de la venganza que inflingiría a su hermano. Apresado por ellos, fue conducido ante Atreo. Éste mandó meterlo en la cárcel y llamar a Egisto, pensando que era su propio hijo, y lo envió para que asesinara a Tiestes. 
9. Cuando Tiestes vio a Egisto y la espada que éste llevaba, reconoció que era la que había perdido durante la violación, y preguntó a Egisto de dónde la había sacado, Éste respondió que su madre Pelopia se la había dado, y ordenó que se la hiciera venir. 
10. Ella le respondió que una noche, en el transcurso de una violación, se la había extraído a un desconocido y, que como fruto de aquel acto, había concebido a Egisto. Entonces Pelopia arrebató la espada fingiendo que deseaba reconocerla
y se atravesó el pecho.
11. Egisto, empuñando la espada cubierta con la sangre del pecho de su madre, se la llevó a Atreo. Éste, creyendo que Tiestes había muerto, se llenó de gozo. Egisto mató a Atreo mientras éste ofrecía sacrificios en la costa y volvió con su padre Tiestes al reino de sus antepasados. 

¹ Guidorizzi interpreta este suceso como una ordalía para decidir quién de los dos hermanos habría sido destinado a reinar. Zeus había enviado a Hermes a casa de Atreo para comunicarle que debía pactar con Tiestes, y que obtendría el trono si el sol recorría su camino en sentido contrario. Tiestes aceptó y aquel día el sol se puso por oriente (Apolodoro, Epit. II 12: Ovidio, Met. 429-431; Seneca, Tiestes 776 ss.). De aquí nació la interpretación racionalista que hacía de Atreo el primer astrónomo (véase fab. CCLVI). Sobre el desvío del carro de Sol y las fuentes que lo detallan, cf. M. R. Ruiz De Elvira, «Los Pelópidas en la literatura clásica», CFC 7. 1974, págs. 276 - 486. Añádanse algunos ejemplos del Antiguo Testamento como Isaías 38, 8. 
² Sterilitas et penuria frugum. Esta expresión, que sólo aparece en Higino, la emplea el mitógrafo hasta cuatro veces en su obra para hablar de los castigos infligidos por la impiedad de un hombre, enviados por los dioses a una ciudad. Además de la presente (a propósito del crímen de Ino contra los hijos de Nébula fab. II), Ia que sobreviene en Tebas con motivo del asesinato de Layo y el incesto de Edipo con Yocasta (fab. LXVII 6), la que llega a Micenas con motivo del asesinato de los hijos de Tiestes por Atreo (fab. LXXXVIII 5), y la del país de Perses (fab. XXVII 2), donde como prueba de que la esterilidad es consecuencia de un crimen, Medea afirma que ella puede expiarla (XXVII 3). En los cuatro pasajes hay dos constantes: a) la naturaleza castiga a una ciudad, nunca a un particular; b) pero por el pecado de un ciudadano, consistente en haber atentado contra el ritmo establecido por la naturaleza, como es impedir la germinación de las semillas (fab. II), el parricidio e incesto (LXVII), el infanticidio (LXXXVIII), o un crimen no especificado (XXVII).

CCLVIII. ATREO Y TIESTES¹

Como en el transcurso de una discusión los hermanos Atreo y Tiestes no lograban provocarse ningún daño el uno al otro, fingieron una reconciliación. En esta ocasión Tiestes se acostó con la esposa de su hermano. Atreo, empero, le sirvió a su hijo en un banquete.² Sol, para no verse mancillado, huyó de estas abominables acciones. Pero la verdad es la siguiente: Atreo fue el primero en descubrir en Micenas un eclipse de sol. Su hermano, envidioso de él, abandonó la ciudad.³

¹ Como señala Rose, las fab. CCLVIII a CCLXI parecen tomadas directamente del comentario de Servio a Virgilio, por lo que se trataría probablemente de una interpolación de un copista posterior. Ésta de Atreo y Tiestes, de quienes Higino ya ha hablado en las fab. LXXXVI a LXXXVIII, estaría tomanda de A En. I 568.
² Nueva contradicción de Higino. En fab. LXXXVIII 1 dice que mató a dos hijos, Tántalo y Plístines.
³ Parece interesante esta reflexión final de Higino, de naturaleza racionalista, que se encuentra igualmente en Estrabón (I 2,15), Luciano (Astrología 12) y Servio (A En. I 568). Por ello, mientras en la anterior mención, Sol se refiere al astro personificado (como en fab. LXXXVIII 2), aquí es simplemente el astro, con minúscula.

HARPÁLICE

Este mito es el más corto de los tres. Al igual que en los demás, las acciones que suceden en él son crímenes encadenados. 
A manera de epílogo: resta decir que si bien Higino tiene en su obra una de las colecciones mitográficas más grande, adolece por la falta de algunas referencias antropofágicas: el mito de Tideo en el ciclo de Los siete contra Tebas, por dar un ejemplo. Hay una referencia más, que por menor y diferente a estas fábulas, quedó en esta entrada.

CCVI. HARPÁLICE

Clímeno, hijo de Esqueneo, rey de Arcadia, cautivo de amor por su hija Harpálice, se acostó con ella. Habiendo ésta dado a luz, sirvió a su hijo en un banquete a su padre. Su padre Clímeno, conocido el crimen, mató a Harpálice.¹

¹ No debe confundirse a esta Harpálice con la heroína tracia, de la que Higino ha hablado ya en fab. CXCIII. El mito que aquí narra se encuentra a su vez en Partenio (Sufrimientos de amor XIII, que depende de Euforión en su obra Tracio), Ovidio (Met. 435) Nono De Panópolis (XII 71-75) y esc. a Il. XIV 291.

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En un viejo cuaderno escolar tengo escrita esta frase al margen de una de las últimas páginas: Busco quién se acuerde de lo que se me olvida...