viernes, 27 de agosto de 2021

Árbol

Las transformaciones son un poderoso estimulante de la imaginación: dejar de ser y ser otra cosa, pero conservar un elemento de nexo entre lo que se fue y lo que se es... Una transformación nunca tendrá sentido porque su naturaleza es la de romper toda unidad y continuidad para establecer una nueva forma que en el fondo no pertenece claramente a ningún género; el caso es que ser árbol promete sus ventajas, al menos eso creo.

Mis dedos se comienzan a aterir... no... más bien estoy echando raíces y siento la tierra abrazarme los pies. No muero. Dicen los sabios que nada lo hace. Entonces, ¿qué significa dejar un legado? la eternidad de las almas plantea peligrosos problemas y contradicciones para nuestras vidas. La simiente de mis antepasados no significa nada, yo soy eso que por fin se propone crecer y tocar el cielo. Lo que me pasa tiene sus ventajas:
1. Dejaré por fin la odiosa deglución. Comer, ¡qué cosa más espantosa! Desde niño la idea de alimentarme me desalentaba: «¡Siéntate y cómete todo, carajo. Siempre con tus caras... Qué tortura es tener que acompañarte en las comidas, con tus caprichitos! ¡¿Acaso no sabes que los alimentos son sagrados?!». Ambrosía, me hubiera atrevido a escupir semejante manjar de sólo pensar en que tenía que masticárlo, tragarlo, digerirlo y defecarlo. Es bueno saber que eso quedará atrás, que hay formas menos vulgares de nutrirse, sin convertir en mierda la vida de los otros seres. Sé que todo proceso biológico implica generar algún desecho, pero me consuela pensar en que no participaré del más desagradable. Un quimismo sucio por uno noble. Estuve resignado hasta ahora. Toleré el comer porque no había más opción. Por fin me libero: voy a vivir de luz, sin boca. Es muy reconfortante pensar en que incluso hablar será algo innecesario.
Desde este claro veo a la distancia la antigua casa de mis padres, de mi familia. Cuando desaparecieron y yo estaba lejos en el frente, no pude venir de inmediato. Siempre me pregunté dónde habían parado, ahora lo sé. Eso es otro alivio, aunque inútil, viendo hacia dónde me dirijo. Ahora que lo pienso, también hay una ventaja en ello. Cortaré todos los lazos filiales:

2. Un árbol es su propia familia. No tiene futuro ni pasado. Es sólo una presencia que sucede fuera del tiempo, siempre en su verde sueño vertical. Abre las manos y deja que las aves le traigan canciones del mundo. En realidad, ni siquiera las escucha, su preocupación es recargar sus brazos en el aire e impulsarse un poco más alto. Los árboles no extrañan ni odian; no entrañan pasiones, están libres de servidumbres y compromisos; no cumplen espectativas, no defraudan y aún si fracasan en su única potencia que es adornarse de nubes, no hay dolor en ello, ni pena, no significa nada.
La familia no fue más que una adversidad de adversidades, cúmulo de rencores y frustraciones... mi padre, mi madre, mi tradición, cada cual eslabón de un grillete. No más obligaciones de la sangre, sólo savia, espesa y anochecida, recirculando por mí sin implicaciones.

Mientras soy humano siguen pasando por mi mente pensamientos estúpidos como el impulso de elegir mis últimas palabras... se me ocurren tonterías como: «¿y si digo su nombre? Sería decirlo todo, porque ella en su nombre resume una vida. No es mala idea, tener las glorias junto a los fracasos». Muchos temores... el hombre vive del miedo, de uno en especial: el miedo a la muerte... y ella no es diferente, su miedo es el mismo de todos. Lo que me hace pensar que:
3. Se resuelve el problema de la vida después de la muerte. Seguiré aquí, sin memoria, o podría ser madera; así de sencillo es determinar mi destino. Según el árbol que termine siendo, será fácil saber si seré leña y al final fuego; barco y al final balsa de náufrago; piano y al final música; libros y al final memoria... Es fácil, la vida después de la muerte es la vida. Si me hubiese quedado siendo hombre, sería fatal vivir este momento, con el pecho abierto y la sangre descendiéndome a cascadas por la boca y las heridas. Pensando en el mañana, en Dios, en el infierno. Sólo deseo no ser cruz, no ser cofre, no ser flecha, no ser árbol frutal y terminar «pan-carne, vino-sangre».
Apropiadamente me hirieron de pie y seguiré así. Cuando regresé de la capital y tomé posesión de mi casa y mis bienes, lo hice agachando la mirada; me avergonzó estar de vuelta y encontrar miradas extrañas; ojos que me decían que no merecía esta fortuna. ¿Por qué fui tan desigual entonces? Hice las lecciones y aprendí el oficio de la guerra. Honré todos los nombres menos el mío. Mi rostro no se parece al de mis sentimientos, mis pensamientos no tienen nada en común con mis acciones. Fruto bello mas su sabor es desagradable. Lo primero que hice fue recluirme en el jardín de mi madre y apreciar las flores, adormecerme entre los perfumes...

4. Las partes se parecen al todo: las raíces a las ramas, los nervios de las hojas al árbol todo. No me asombraría que el árbol no fuese más que un fractal, una multiplicación de sí mismo en sí mismo. Un cabello no es un hombre, pero una semilla es un árbol, no hay forma de negarlo. Es fácil dejar de ser hombre: se muere, se es rechazado por los demás, y presto: ¿qué es eso que no es un hombre? así de frágil es esta condición. Siendo lo que seré no dejaré ya de serlo nunca, puesto que no seré capaz de morir, puesto que nadie puede decir de mí que no soy sino exactamente lo que soy, pase lo que pase, le pese a quien le pese.
En mi vida hice a medias muchas cosas, diferí mil y abandoné mil más. Siendo árbol cambiaré todo eso. Me olvidaré de mi apatía y de las veces que negué mi amor o mi odio. Ya no más remordimientos. La condición del hombre es tan frágil; para todos fui dejando de serlo desde antes de que me encontrara en este momento. Para mí padre no fui un hombre desde que no me enorgullecí de mi carrera militar y apostaté de la guerra, aquella bestia que él amaba porque —supuestamente— proporciona el honor y la gloria; para mí madre dejé de serlo cuando no pude imponer mi voluntad y consentí en la mediocridad de ser militar sin tener espíritu bélico; para mis criados tal vez nunca lo fui, veían en mi a una criatura endeble y esquiva que abandonó a su familia en un momento de necesidad; para ella no fui un hombre cuando no hice nada para impedir su matrimonio.

5. Gracias a la exhuberancia del follaje, uno goza de la sombra, saborea el fruto maduro. El árbol no escatima en nada. Crece escalando el aire, arrojándose al sol. Su copa desborda de pasión y ni el invierno que expolia su frondosidad puede ser rival de su ansia de vida. Pienso en los añejos y agrios maestros, imponiendo su orden a las pasiones, ¿quién entiende la sutileza de la semilla que se rompe a sí misma para ofrecerlo todo? Educación, educación, educación y guerra, luego buenas maneras: modales, sociedad; tu nombre, tu linaje. Así estoy mejor, en la naturaleza. Mi corazón es la semilla, mi cuerpo abono. Misteriosa transformación. De mí solo hice lo que no debí ser. «Hombre de bien. Recuérdalo». Sólo ahora me planto ante el porvenir y acepto lo que mi naturaleza desea. Si he de ser Pino, si he de ser Ginko biloba, ya estaba dentro de mí. Voy de andarme por las ramas, a ser las ramas. El bosque es la célula. Seré árbol, de esos que no deja ver el bosque y tengo por destino la eternidad de la madera, voy dejando la eternidad de la frágil memoria humana.

Dime, memoria, ¿dónde están los pasillos de la academia militar por dónde transité? ¿dónde está el camino que tomé en la víspera para venir a ver este sotobosque? ¿dónde está el momento en que mi vida se bifurcó y la marcha me obligó a elegir? Bivio, patraña. Esa Y de la condición humana es muy bonita, pero falsa. La verdad es que las sendas que uno va encontrando por el camino, son como las ramas de un árbol: múltiples e impredecibles:
6. El árbol es la lección de que todo viene de un origen común y entramado a la vez, luego hay un lapso de gracia, seguridad e indefinición: la infancia sin obligaciones, ese tronco firme; y después, las ramas, el abanico de elecciones que están al alcance de uno, cada cual conduciendo al hombre por tantas y tantas veredas; no hay bien ni mal, no de forma definitiva como la humanidad necesita. Si todo fuese tan sencillo como elegir el arduo trance de la virtud o el cómodo circuito del vicio, la vida no sería tan extraña e indefinible.
Cuando llegué a la academia militar, me adapté. No fue un sacrificio. Simplemente cumplí. ¿quién podría explicarme si cumplir fue arduo o no? A los ojos de unos, avanzaba por el camino correcto, y a los ojos de otros, iba por un vía crusis. Y eso me llevó eventualmente a ella, de alguna forma se compensaba el suplicio, pero luego ella se desposó con otro, y haber intercedido para evitarlo me habría dado nuevos deleites y nuevas penas. Lo cierto es que en el balance, todas las ramas del árbol tienden a ese espacio sin ubicación que es el aire, cualquier cosa que hubiese elegido, aún por capricho o sensatez, me habría llevado allí, a aquí, donde un montón de enfurecidos campesinos desató su venganza contra mi padre en mí.

«El fruto cayó lejos», mi destino me perseguía desde entonces, «las aves lo picotearon». Creo que fue un lunes en la mañana cuando llegó la carta sellada con el escudo de la familia. Tenía trece meses en el frente. La cosa de todos los días, la tierra sembrada de cuerpos y de pronto una carta del sirviente más fiel de mi padre, escueta como eran los dos: «Los señores desaparecieron hace ya varios días. Toda búsqueda fue en vano. Las autoridades campestres los dan por muertos. Urge su presencia para arreglar asuntos administrativos y hacer la lectura del testamento de su Señor Padre».
7. No se tienen posesiones, ni uno mismo se posee, no existe ese concepto, no existe ningún concepto. No hay revancha ni consecuencias.
En el pueblo dijeron que poco después de la epidemia y la sequía (por lo visto las calamidades se encadenan), mis padres asistieron generosamente a la comunidad. Cedieron alimentos y consiguieron a un doctor que para desgracia de todos, falleció en un accidente cuando cayó la primera lluvia de la estación. Una cura se llevó a la otra. Esa lluvia lavó las almas y los ojos, descubrió una verdad horrible. Los hacendados de la région tuvieron un papel activo en la propagación de la enfermedad que se había incubado en las trincheras; acapararon ventajosamente vacunas e insumos médicos, dejaron morir de hambre y enfermedad a la gente porque querían asegurar su supervivencia por si la guerra seguía tan mal como hasta ahora. Y mis padres, aún con sus gestos de altruismo, eran también partícipes de aquel crímen. En el pueblo dijeron que una junta de gentes descontentas con la traición se llevaron a los ricos una noche. Muy pocos se salvaron y las autoridades se desentendieron, porque en el fondo, el egoísmo de esos pocos, había condenado a la mayoría. «Actos de justicia», decían las gentes en voz baja al doblar la esquina.

De camino a casa, pasé brevemente por la capital. Fue la última vez que la ví. Ella estaba en la terraza del café a donde solíamos ir. Me sentí un estúpido mirándola como si fuese un cuadro en un museo. No fue algo planeado, sólo estaba allí y coincidimos.
8. Se está inmóvil, en silencio. Se acaba el sentido de individualidad; el árbol expresa su relación con su medio, y aunque sus raíces están ocultas, él no las niega. Afirma su necesidad de algo mayor que él. Permanece.
Después del largo camino, llegué al pueblo y pedí que me dejaran solo por dos días para recuperarme del ajetreo. El descontento de los sirvientes se dejó traslucir; de haber sido mi padre, no hubiese perdido ni un minuto. Él no conocía el desperdicio de tiempo, siempre estaba ocupándose en algo; fue un ser activo. Visité mis viejos escondites, la biblioteca y sobre todo el jardín, tan infinito como siempre. La sequía no afectó la opulencia de la casa, ésta era inmarcesible. Todo estaba limpio y brillante. 
Pasado mi plazo de reposo, me puse a trabajar en los pendientes y asistí a la lectura del testamento. Heredé todo, muy a mi pesar, al de mis padres y los sirvientes; no había nadie más que pudiera hacerse cargo. Y por un tiempo, eso pareció ser algo positivo.
Morir no es tan terrible como pensé. A medida que la carne se corrompe, se pierde el dolor. Uno experimenta algo semejante a la paz. Ya no hay tiempo para nada, y se pierden todas las convicciones; supongo que a esto se refieren cuando dicen que la muerte iguala a todos.
A los pocos días de la lectura testamentaria, alguien dejó un paquete para mí. Se trataba de un manuscrito de mi padre. En un inició no me interesé por él, pero algún bicho de curiosidad me hizo revisar una página al azar y resultó que no eran tediosas memorias o cartas donde trataba de disculparse, justificarse o redimirse. No. Eran cien folios exactos, comenzaban con una breve crónica de los años de juventud y formación de mi padre con un manuscrito igual a este, pero escrito por su propio padre a la vez. Para mí sorpresa e incredulidad, mi padre, como el suyo, y el padre de su padre y aún varios antes de él, habían ejercido secretos trabajos de transfiguración de la materia. En algún momento, uno de esos antepasados había instituido la tradición de legar todo el saber entre padres e hijos a través de manuscritos entregados de forma póstuma. Mi padre esperaba que yo aprendiera de esas páginas secretos inveterados y que después las quemara para escribir de nuevo todo más cinco páginas nuevas: mi crónica y un obligatorio avance en la ciencia mágica. Así se había hecho y así se tenía que hacer.
En su relación biográfica, mi padre daba cuenta del origen de la riqueza familiar. Si alguna vez llegué a sentir un incipiente desprecio por ese hombre que fue mi padre, al leer su historia, y la historia de mis antepasados con sus respectivos descubrimientos, terminé por asentar mi rechazo por él. Desde nuestro origen, mis antepasados habían establecido una supremacía social y económica gracias a que eran capaces de realizar toda suerte de transformaciones. Todos esos hallazgos que pudieron haber dado luz a la humanidad habían sido usados de forma egoísta con el único fin de encumbrar un nombre. Los Arbedri eran una estriper de hacedores de cosas terribles: venenos sutilísimos; transfiguraciones de polvo en diamantes; potenciadores sexuales; pociones para manipular los recuerdos, los sueños y los pensamientos; lentes que permitían ver alejados rincones del universo; píldoras que despertaban sentidos ocultos... tantas cosas que estaban en poder de una persona a la vez y que aumentaban cada generación; más y más medios para perpetuar un nombre.

9. No se precisa de nombre. Es de las cosas más bellas de ser un árbol. Mientras mi piel se hace corteza y mis huesos anillos de la duramadre, pienso, son mis últimos pensamientos como hombre; luego habrá un definitivo silencio. Todo lo que es bueno, bello y útil no le sirve a los árboles. No hay vista, no hay oídos, no hay ningún tamiz que deforme el mundo. Mis uñas se hacen hojas y mudan los tonos rojizos por esmeraldados verdes. En cualquier momento mis ojos serán apenas un accidente en la madera.
Medité mucho en qué haría con tantas fórmulas y milagros. Sólo conseguí decepcionarme del género humano; había una guerra, allá lejos, contra personas que en el fondo estaban tan asustadas como nosotros. Aquí, una hambruna y una peste. El haberle dado tantos dones a los hombres hubiese salido tan malo como cuando Prometeo nos dió el fuego; no hicimos más que prendernos en llamas entre nosotros. 
Decidí al menos hacer una cosa de las que me pidió mi padre; escribir esas páginas y contribuir con un progreso.
Mi respuesta fue una cura para las enfermedades de mis antecesores. Desarrollé un método para convertir la materia animal en vegetal. En parte hubiese sido imposible sin los trabajos de mi familia, al menos algo bueno hicimos al final.
Apenas concreté mi trabajo, destruí las páginas de mis antepasados y dejé en mi oficina, antes de mi padre, la fórmula para abandonar a la humanidad. Nadie debería querer ser un hombre, son tan frágiles.
Vine a este sotobosque privado a plantarme a mi mismo. Me alegro que en este instante final, todo se termine conmigo.
Me desangro pero estoy satisfecho, pronto mi transformación estará completa. Mientras me ocupaba de las cuestiones técnicas; varios aldeanos aparecieron para expropiar los bienes de mi familia, comenzando por el bosque privado. No traté de defenderme ni de explicar nada. Mi procesos ya había iniciado. Desquitaron sus penas en mí, pero, ¿habría de importarme? No. Nada importa ya...

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7. Invocación y evocación de la infancia

En un viejo cuaderno escolar tengo escrita esta frase al margen de una de las últimas páginas: Busco quién se acuerde de lo que se me olvida...