viernes, 20 de agosto de 2021

Tonterías & transformaciones

• Estoy acostado leyendo: los peligros de la sociedad; intrigas entrepalabras. Me voy desvistiendo de los viejo prejucios, me pongo unos nuevos, tan nuevos como este día y que van a expirar con la noche, como este día. Sigo leyendo y mis lagrimales lloran tinta. Me voy acostumbrando a la oscuridad de mi llanto. Estoy intermitentemente desnudo y mis prejucios se ensucian. Me vuelvo suciedad, acostado, mientras leo y lloro. Soy una enorme carie: el crater, el hedor y la oscuridad. Desaparezco como el fuego que se consume en sí mismo. Entonces, me levanté absenté, tinte monte, apunté lo que pensaba. Y salí a caminar, siendo más una costra que una roca descompuesta... Esto apuntaba yo después de regresar de caminar y ponerme a leer.

• Los días que estoy más inmóvil soy un mueble. Me veo como una vitrina polvosa al final de la habitación. No contengo nada especial ni importante; guardo si acaso trastos y baratijas por las que nadie daría un centavo. Con todo, cumplo una función necesaria: tener todo aquello que jamás servirá para nada pero que la gente cree que debe guardar. Cuando mi inmovilidad es verdaderamente quieta soy una mesa. A cuestas tengo toda suerte de enseres: cucharas, platos, vasos, tenedores y cuchillos. Detesto que mi superficie esté tan poblada de amontonamientos y debajo de mí sólo está el gato que espera a que la comida acabe para rapiñar entre los restos. En el último grado de inmovilidad soy un perchero.

• Desearía ser un personaje de Bioy Casares. Claro que me gustaría tener un papel protagónico como el del amante desafortunado de Bajo el agua. Pero me conformaría con una modesta participación. Aceptaría ser un personaje decorativo. No es que me muera por ello, pero creo que sería una experiencia significativa para mi vida. Podría decir en una conversación de sobremesa: “Había una vez en que fui un personaje de cuento. Me escribió un argentino y púsome al principio de un viaje. En ese viaje se introducía un elemento que desafiaba la realidad y nadie cuestionaba lo inverosímil.” Tal vez alguien se reiría de mí, no lo sé. 

• Tuve una novia que decía que yo era un egocéntrico y por ello me dejó. Estuve mucho tiempo dándole vueltas al asunto. Me cuestionaba si en verdad me ocupaba demasiado de mi persona. Me gusta creer que no. Al menos, si es así, no lo hago adrede. No es que las personas egocéntricas sean demasiado concientes de esto, ¿o sí?... quiero decir, ¿en qué medida determina uno que piensa demasiado sobre su persona? De no ser por aquella ex, yo nunca habría pensado —tal vez— en si era egocéntrico. Hoy día lo niego, aunque la razonable duda esté presente. Tengo la teoría de que no existen los egocéntricos, para mí un egocéntrico sería alguien pendiente de su ombligo y no conozco a nadie así. 

• En algún lugar de mí que no puede ser señalado porque es puramente especular, está todo lo que haré hasta el día de mi muerte. De allí saqué la memoria aún porvenidera de que seré una nota musical por un momento cortísimo en mi vida. No puedo decir qué timbre o cuál altura tendré. Será tan rápido que lo olvidaré de inmediato. En cierta forma esa noción alivia todo lo malo que me sucede y sucederá hasta ese instante, porque todo lo vale por ser durante un segundo una nota musical.

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7. Invocación y evocación de la infancia

En un viejo cuaderno escolar tengo escrita esta frase al margen de una de las últimas páginas: Busco quién se acuerde de lo que se me olvida...